Equipos de Laicos y Familia de los claretianos de Bética y Santiago - Viernes 21 de Mayo del 2010
ESTAR EN EL MUNDO AL SERVICIO DEL REINO DE DIOS
“No he venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20,28)
SERÉIS MIS TESTIGOSLa vida del cristiano tiene que ser una vida activa, comprometida y empeñada en la causa de Jesús. La causa de Jesús es la causa de Dios y la causa de los hombres, la causa de la vida verdadera, la causa de la verdad y de la justicia, y por eso mismo también la causa de la salvación y de la felicidad.Esto siempre es así, porque creer en Jesús es establecer una relación de amistad y de comunión con El que nos lleva a compartir su visión del mundo y a empeñarnos con El en el anuncio del plan de Dios y en la realización de su Reino, que es fuente de verdad y de felicidad para todos. Creer en Jesús nos salva de la destrucción y nos hace, con El, salvadores de nuestros hermanos.En estos momentos, esta colaboración misionera de los cristianos es necesaria y urgente. En nuestro mundo hay muchas voces que no dejan oír la voz de Jesús. Muchos jóvenes viven en la ignorancia de Dios y del mensaje de Jesús. Sin ellos no pueden descubrir la belleza de la vida ni pueden gustar la verdadera alegría de vivir. Sin Jesús la vida es triste y aburrida, el egoísmo termina siempre en la desesperanza.Hoy los cristianos tenemos que ser todos misioneros, testigos de Jesús, que recuerdan con la vida la presencia de Jesús en el mundo y el valor de su evangelio. No podemos ocultar la luz que hemos recibido. No podemos dejar de colaborar con Jesús en esta tarea hermosa de ayudar a vivir a nuestros amigos en la alegría de la verdad y de la esperanza. Muchos amigos nuestros andan a oscuras y necesitan la luz de la vida que viene de Jesús. No seamos cobardes. No seamos egoístas. Hagamos que la luz del evangelio brille en medio de las tinieblas. Aunque seamos pocos, si nos movilizamos, podemos cambiar la situación.
Fernando Sebastián, Arzobispo emérito de Pamplona-Tudela
ESTAR EN EL MUNDO AL SERVICIO DEL REINO DE DIOS
“No he venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20,28)
SERÉIS MIS TESTIGOSLa vida del cristiano tiene que ser una vida activa, comprometida y empeñada en la causa de Jesús. La causa de Jesús es la causa de Dios y la causa de los hombres, la causa de la vida verdadera, la causa de la verdad y de la justicia, y por eso mismo también la causa de la salvación y de la felicidad.Esto siempre es así, porque creer en Jesús es establecer una relación de amistad y de comunión con El que nos lleva a compartir su visión del mundo y a empeñarnos con El en el anuncio del plan de Dios y en la realización de su Reino, que es fuente de verdad y de felicidad para todos. Creer en Jesús nos salva de la destrucción y nos hace, con El, salvadores de nuestros hermanos.En estos momentos, esta colaboración misionera de los cristianos es necesaria y urgente. En nuestro mundo hay muchas voces que no dejan oír la voz de Jesús. Muchos jóvenes viven en la ignorancia de Dios y del mensaje de Jesús. Sin ellos no pueden descubrir la belleza de la vida ni pueden gustar la verdadera alegría de vivir. Sin Jesús la vida es triste y aburrida, el egoísmo termina siempre en la desesperanza.Hoy los cristianos tenemos que ser todos misioneros, testigos de Jesús, que recuerdan con la vida la presencia de Jesús en el mundo y el valor de su evangelio. No podemos ocultar la luz que hemos recibido. No podemos dejar de colaborar con Jesús en esta tarea hermosa de ayudar a vivir a nuestros amigos en la alegría de la verdad y de la esperanza. Muchos amigos nuestros andan a oscuras y necesitan la luz de la vida que viene de Jesús. No seamos cobardes. No seamos egoístas. Hagamos que la luz del evangelio brille en medio de las tinieblas. Aunque seamos pocos, si nos movilizamos, podemos cambiar la situación.
Fernando Sebastián, Arzobispo emérito de Pamplona-Tudela
Mensaje de los obispos con motivo del Día del Apostolado Seglar
Por SIC el 22 de Mayo de 2010
Día de la Acción Católica y del Apostolado SeglarSolemnidad de Pentecostés23 de mayo de 2010«No he venido a ser servido, sino a servir»(Mt 20, 28)Servidores en la comunidadSacerdocio común – sacerdocio ministerial
La celebración del Año Sacerdotal, convocado por el Papa Benedicto XVI, pretende impulsar la renovación espiritual de lospresbíteros, ayudándolos a poner el extraordinario don recibido de Dios al servicio de la Iglesia y de la sociedad. Esta celebración puede ser también una buena ocasión para que todos los cristianos profundicemos en las exigencias de nuestra vocación bautismal.Unos y otros, injertados en el cuerpo de Cristo, muerto y resucitado, en virtud del sacramento del Bautismo, hemos sido elegidos para formar parte de un sacerdocio santo, para colaborar como piedras vivas en la construcción de un edificio espiritual y para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por mediación de Jesucristo (1 Pe 2, 4-5).Como consecuencia del sacramento del Bautismo, los presbíteros, los religiosos y los cristianos laicos participamos del triple oficio de Cristo, sacerdote, profeta y rey.Ciertamente, entre el sacerdocio ordenado y el sacerdocio comúnde todos los bautizados existe una diferencia esencial. Pero esta diferencia no puede entenderse nunca como separación, sino como complementariedad entre ambos sacerdocios, pues uno y otro proceden del único sacerdocio de Jesucristo. El sacerdocio ordenado está al servicio del sacerdocio común de todos los bautizados. Es más, la persona que ha recibido el orden sacerdotal sigue siendo un cristiano y, por tanto,en él permanecen íntegras la llamada a la santidad y la exigencia del testimonio.San Agustín nos ha legado un precioso testimonio, en el que podemos percibir la importancia del sacerdocio bautismal, la urgencia de la comunión eclesial y la necesidad de la corresponsabilidad entre lospresbíteros y los cristianos laicos en la acción misionera de toda la Iglesia.Decía él: «Cuando me da miedo pensar lo que soy para vosotros, me llena de consuelo lo que soy con vosotros. Para vosotros soy obispo, con vosotros soy un cristiano; aquel es el nombre de un oficio, este es el nombre de la gracia; aquel es mi responsabilidad; este es mi salvación» (Sermón 340, 1).El lema elegido este año para la celebración del Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica, con ocasión de la solemnidad de Pentecostés, nos invita a tomar conciencia de esta realidad descrita por san Agustín. Tanto los presbíteros como los fieles laicos formamos parte de un mismo cuerpo, de la única Iglesia de Jesucristo. Esta pertenencia eclesial, que es gracia y don de Dios, nos plantea un conjunto de exigenciasque debemos tener muy presentes en la vivencia de nuestras respectivas vocaciones.La primera exigencia para todos los bautizados es la de permanecer en Cristo. Esto lleva consigo acoger sus enseñanzas, buscar ante todo el Reino de Dios y alimentar nuestra vida con la gracia divina en las celebraciones litúrgicas. Jesucristo, la piedra angular desechada por los arquitectos, debe ser siempre el sólido fundamento de nuestra vida cristianay de nuestros proyectos evangelizadores. Él nos regala a todos los bautizados su vida de Resucitado, nos invita a participar en la edificación de su Iglesia y nos une en la más perfecta comunión, mediante el don del Espíritu Santo. Sólo desde esta radical comunión podremos dar fruto abundante.En medio del individualismo y de la disgregación que observamos en la sociedad y, en ocasiones, también en la Iglesia y en las mismas asociaciones apostólicas, la unión a Cristo, alimentada y sustentada en la oración y en la participación frecuente en los sacramentos, nos ayuda a fomentar la comunión fraterna, a impulsar la solidaridad, a rechazar los egoísmos y la dispersión pastoral, colaborando con convicción en laconstrucción de la casa común. «Todos, pastores y fieles, estamos obligados a favorecer y alimentar continuamente vínculos y relaciones fraternasde estima, cordialidad y colaboración entre las diversas formas asociativasde los laicos. Solamente así la riqueza de los dones y carismasque el Señor nos ofrece pueden dar su fecunda y armónica contribucióna la edificación de la casa común» (ChL 31).Por otra parte, la participación de todos los bautizados en el oficiosacerdotal de Cristo en virtud del Bautismo nos impulsa también a descubrirlos caminos recorridos por el Señor en el ejercicio de su sacerdocio,pues hemos sido llamados a seguirle. Como bien sabemos, no son caminosfáciles, puesto que Él lleva a cumplimiento su sacerdocio mediantela entrega amorosa e incondicional al Padre en la cruz por la salvaciónde todos los hombres.Esta entrega de Cristo al Padre se actualiza por el ministerio de laIglesia en la celebración de la Eucaristía. De este modo, los cristianos,incorporados a Cristo por el Bautismo, podemos y debemos ofrecerle alPadre con la ofrenda del Cuerpo de Cristo nuestra vida y todas nuestrasactividades. Las iniciativas apostólicas, las relaciones familiares, el trabajocotidiano y las mismas pruebas de la vida, si son realizadas en elEspíritu, se convierten en sacrificios espirituales agradables a Dios, nosllevan a contemplarlo todo con su mirada y se convierten en ocasiónpropicia para unir la fe y la vida, para crecer en la unión con Dios y paraofrecer un servicio más generoso a nuestros semejantes, ayudándoles aabrir su mente y su corazón al Señor. Esto es aplicable a los presbíterosy a los cristianos laicos.Finalmente, en el ejercicio del sacerdocio bautismal, no debemos olvidarnunca que la eficacia del sacrificio de Cristo proviene de su totallibertad y de su amor incondicional al Padre y a los hombres. Los cristianos,revestidos de Cristo en el sacramento del Bautismo, tenemos que viviry actuar como criaturas nuevas, proclamando las maravillas de aquelque nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Acogiendo el amorde Dios, que es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo,debemos hacer del mandamiento del amor la brújula de toda nuestraexistencia.En ocasiones percibimos que algunos cristianos parecen dar más importanciaa otros dones recibidos del Señor que al mandamiento delamor. Como les sucedió a los cristianos de Corinto, todos podemos caeren la tentación de dar más importancia a los carismas extraordinarios, ala profecía y al don de lenguas, que al amor. El apóstol Pablo, al constatarestos comportamientos equivocados, les corrige y les invita a laconversión, haciéndoles ver que, si falta el amor, todo lo demás no sirvede nada.La Iglesia es enviada al mundo por encargo del Señor. Pero esta misióncorresponde especialmente a los cristianos laicos que, en virtud de«la índole secular», estáis invitados a progresar en vuestra santificación,ordenando los asuntos temporales de acuerdo con la voluntad de Dios.Ahora bien, este compromiso es necesario vivirlo con la clara concienciade que Dios nos ama y ama el mundo, se interesa por nosotros y quiere lasalvación de todos. Esta convicción profunda anima nuestro compromisoevangelizador, teniendo muy presente que siempre hemos de comenzarofreciendo el alegre testimonio del amor de Dios a nuestros semejantes.La solemnidad de Pentecostés nos recuerda la presencia impetuosadel Espíritu en la vida y misión de la Iglesia y es una magnífica oportunidadpara que sacerdotes y cristianos laicos profundicemos en las exigenciasdel sacerdocio bautismal, para que asumamos con gozo la vocacióna la santidad y para que demos pasos decididos en la corresponsabilidad
y en la misión evangelizadora de la Iglesia. Con ocasión de esta celebración,queremos agradeceros a los presbíteros, a los cristianos laicos y alas asociaciones y movimientos apostólicos vuestro testimonio creyentey vuestra inquietud misionera. Pensando en el futuro de la Iglesia, delmundo y de la evangelización, os invitamos a fi jar vuestros ojos en Jesucristo,sumo y eterno Sacerdote, y a abrirle vuestro corazón, teniendosiempre presente que lo que es imposible para los hombres siempre esposible para Dios. Pongamos todas nuestras inquietudes y preocupacionesen las manos del Padre y, como partícipes todos del único sacerdociode Cristo, mantengamos con la fuerza del Espíritu la fi delidad, renovemosla esperanza y sembremos a manos llenas el amor de Dios, aunquenos parezca que la semilla no acaba de brotar.Comisión Episcopal de Apostolado Seglar
+ Julián Barrio BarrioArzobispo de Santiago de CompostelaPresidente+ Juan Antonio Reig PlàObispo de Alcalá de HenaresVicepresidente+ Antonio Algora HernandoObispo de Ciudad Real+ Francisco Cases AndreuObispo de Canarias+ Atilano Rodríguez MartínezObispo de Ciudad Rodrigo+ José Ignacio Munilla AguirreObispo de San Sebastián+ Francisco Cerro ChávesObispo de Coria-Cáceres+ Juan José Omella OmellaObispo de Calahorra y La Calzada-Logroño
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Por SIC el 22 de Mayo de 2010
Día de la Acción Católica y del Apostolado SeglarSolemnidad de Pentecostés23 de mayo de 2010«No he venido a ser servido, sino a servir»(Mt 20, 28)Servidores en la comunidadSacerdocio común – sacerdocio ministerial
La celebración del Año Sacerdotal, convocado por el Papa Benedicto XVI, pretende impulsar la renovación espiritual de lospresbíteros, ayudándolos a poner el extraordinario don recibido de Dios al servicio de la Iglesia y de la sociedad. Esta celebración puede ser también una buena ocasión para que todos los cristianos profundicemos en las exigencias de nuestra vocación bautismal.Unos y otros, injertados en el cuerpo de Cristo, muerto y resucitado, en virtud del sacramento del Bautismo, hemos sido elegidos para formar parte de un sacerdocio santo, para colaborar como piedras vivas en la construcción de un edificio espiritual y para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por mediación de Jesucristo (1 Pe 2, 4-5).Como consecuencia del sacramento del Bautismo, los presbíteros, los religiosos y los cristianos laicos participamos del triple oficio de Cristo, sacerdote, profeta y rey.Ciertamente, entre el sacerdocio ordenado y el sacerdocio comúnde todos los bautizados existe una diferencia esencial. Pero esta diferencia no puede entenderse nunca como separación, sino como complementariedad entre ambos sacerdocios, pues uno y otro proceden del único sacerdocio de Jesucristo. El sacerdocio ordenado está al servicio del sacerdocio común de todos los bautizados. Es más, la persona que ha recibido el orden sacerdotal sigue siendo un cristiano y, por tanto,en él permanecen íntegras la llamada a la santidad y la exigencia del testimonio.San Agustín nos ha legado un precioso testimonio, en el que podemos percibir la importancia del sacerdocio bautismal, la urgencia de la comunión eclesial y la necesidad de la corresponsabilidad entre lospresbíteros y los cristianos laicos en la acción misionera de toda la Iglesia.Decía él: «Cuando me da miedo pensar lo que soy para vosotros, me llena de consuelo lo que soy con vosotros. Para vosotros soy obispo, con vosotros soy un cristiano; aquel es el nombre de un oficio, este es el nombre de la gracia; aquel es mi responsabilidad; este es mi salvación» (Sermón 340, 1).El lema elegido este año para la celebración del Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica, con ocasión de la solemnidad de Pentecostés, nos invita a tomar conciencia de esta realidad descrita por san Agustín. Tanto los presbíteros como los fieles laicos formamos parte de un mismo cuerpo, de la única Iglesia de Jesucristo. Esta pertenencia eclesial, que es gracia y don de Dios, nos plantea un conjunto de exigenciasque debemos tener muy presentes en la vivencia de nuestras respectivas vocaciones.La primera exigencia para todos los bautizados es la de permanecer en Cristo. Esto lleva consigo acoger sus enseñanzas, buscar ante todo el Reino de Dios y alimentar nuestra vida con la gracia divina en las celebraciones litúrgicas. Jesucristo, la piedra angular desechada por los arquitectos, debe ser siempre el sólido fundamento de nuestra vida cristianay de nuestros proyectos evangelizadores. Él nos regala a todos los bautizados su vida de Resucitado, nos invita a participar en la edificación de su Iglesia y nos une en la más perfecta comunión, mediante el don del Espíritu Santo. Sólo desde esta radical comunión podremos dar fruto abundante.En medio del individualismo y de la disgregación que observamos en la sociedad y, en ocasiones, también en la Iglesia y en las mismas asociaciones apostólicas, la unión a Cristo, alimentada y sustentada en la oración y en la participación frecuente en los sacramentos, nos ayuda a fomentar la comunión fraterna, a impulsar la solidaridad, a rechazar los egoísmos y la dispersión pastoral, colaborando con convicción en laconstrucción de la casa común. «Todos, pastores y fieles, estamos obligados a favorecer y alimentar continuamente vínculos y relaciones fraternasde estima, cordialidad y colaboración entre las diversas formas asociativasde los laicos. Solamente así la riqueza de los dones y carismasque el Señor nos ofrece pueden dar su fecunda y armónica contribucióna la edificación de la casa común» (ChL 31).Por otra parte, la participación de todos los bautizados en el oficiosacerdotal de Cristo en virtud del Bautismo nos impulsa también a descubrirlos caminos recorridos por el Señor en el ejercicio de su sacerdocio,pues hemos sido llamados a seguirle. Como bien sabemos, no son caminosfáciles, puesto que Él lleva a cumplimiento su sacerdocio mediantela entrega amorosa e incondicional al Padre en la cruz por la salvaciónde todos los hombres.Esta entrega de Cristo al Padre se actualiza por el ministerio de laIglesia en la celebración de la Eucaristía. De este modo, los cristianos,incorporados a Cristo por el Bautismo, podemos y debemos ofrecerle alPadre con la ofrenda del Cuerpo de Cristo nuestra vida y todas nuestrasactividades. Las iniciativas apostólicas, las relaciones familiares, el trabajocotidiano y las mismas pruebas de la vida, si son realizadas en elEspíritu, se convierten en sacrificios espirituales agradables a Dios, nosllevan a contemplarlo todo con su mirada y se convierten en ocasiónpropicia para unir la fe y la vida, para crecer en la unión con Dios y paraofrecer un servicio más generoso a nuestros semejantes, ayudándoles aabrir su mente y su corazón al Señor. Esto es aplicable a los presbíterosy a los cristianos laicos.Finalmente, en el ejercicio del sacerdocio bautismal, no debemos olvidarnunca que la eficacia del sacrificio de Cristo proviene de su totallibertad y de su amor incondicional al Padre y a los hombres. Los cristianos,revestidos de Cristo en el sacramento del Bautismo, tenemos que viviry actuar como criaturas nuevas, proclamando las maravillas de aquelque nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Acogiendo el amorde Dios, que es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo,debemos hacer del mandamiento del amor la brújula de toda nuestraexistencia.En ocasiones percibimos que algunos cristianos parecen dar más importanciaa otros dones recibidos del Señor que al mandamiento delamor. Como les sucedió a los cristianos de Corinto, todos podemos caeren la tentación de dar más importancia a los carismas extraordinarios, ala profecía y al don de lenguas, que al amor. El apóstol Pablo, al constatarestos comportamientos equivocados, les corrige y les invita a laconversión, haciéndoles ver que, si falta el amor, todo lo demás no sirvede nada.La Iglesia es enviada al mundo por encargo del Señor. Pero esta misióncorresponde especialmente a los cristianos laicos que, en virtud de«la índole secular», estáis invitados a progresar en vuestra santificación,ordenando los asuntos temporales de acuerdo con la voluntad de Dios.Ahora bien, este compromiso es necesario vivirlo con la clara concienciade que Dios nos ama y ama el mundo, se interesa por nosotros y quiere lasalvación de todos. Esta convicción profunda anima nuestro compromisoevangelizador, teniendo muy presente que siempre hemos de comenzarofreciendo el alegre testimonio del amor de Dios a nuestros semejantes.La solemnidad de Pentecostés nos recuerda la presencia impetuosadel Espíritu en la vida y misión de la Iglesia y es una magnífica oportunidadpara que sacerdotes y cristianos laicos profundicemos en las exigenciasdel sacerdocio bautismal, para que asumamos con gozo la vocacióna la santidad y para que demos pasos decididos en la corresponsabilidad
y en la misión evangelizadora de la Iglesia. Con ocasión de esta celebración,queremos agradeceros a los presbíteros, a los cristianos laicos y alas asociaciones y movimientos apostólicos vuestro testimonio creyentey vuestra inquietud misionera. Pensando en el futuro de la Iglesia, delmundo y de la evangelización, os invitamos a fi jar vuestros ojos en Jesucristo,sumo y eterno Sacerdote, y a abrirle vuestro corazón, teniendosiempre presente que lo que es imposible para los hombres siempre esposible para Dios. Pongamos todas nuestras inquietudes y preocupacionesen las manos del Padre y, como partícipes todos del único sacerdociode Cristo, mantengamos con la fuerza del Espíritu la fi delidad, renovemosla esperanza y sembremos a manos llenas el amor de Dios, aunquenos parezca que la semilla no acaba de brotar.Comisión Episcopal de Apostolado Seglar
+ Julián Barrio BarrioArzobispo de Santiago de CompostelaPresidente+ Juan Antonio Reig PlàObispo de Alcalá de HenaresVicepresidente+ Antonio Algora HernandoObispo de Ciudad Real+ Francisco Cases AndreuObispo de Canarias+ Atilano Rodríguez MartínezObispo de Ciudad Rodrigo+ José Ignacio Munilla AguirreObispo de San Sebastián+ Francisco Cerro ChávesObispo de Coria-Cáceres+ Juan José Omella OmellaObispo de Calahorra y La Calzada-Logroño
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