"El amor de Cristo nos apremia." San Pablo, 2 Cor 5,14

"El amor de Cristo nos apremia." San Pablo, 2 Cor 5,14
" Debemos tomar conciencia que hemos de ser una Iglesia no solamente fraterna y solidaria, sino también y esencialmente misionera. (J. L. Corral)

Llamados a construir un mundo más fraterno, tratan de irradiar a los demás el gozo y la esperanza

San Francisco "Instituyó tres órdenes: a la primera ha llamado de los hermanos Menores, a la segunda de las Damas Pobres, Orden de Penitencia es el nombre de la tercera, constituida por personas de uno y otro sexo" (Oficio rítmico de san Francisco. Julián de Espira)

La Orden Franciscana Secular (O.F.S.)

La Orden Franciscana Secular (O.F.S.)

En este blog se pretende aprender entre todos, sobre la espiritualidad de san Francisco, que como religioso nos mostró, el camino a la Verdad que lleva hacia la fuente de vida.

¡Señor que siempre tenga sed de Ti!

Nuestra Señora de Fátima

Nuestra Señora de Fátima

S.E.R

S.E.R

jueves, 27 de mayo de 2010

Bicentenario de la Patria


Bicentenario de la PatriaAgradeciendo al Señor por los 200 años del nacimiento de la PatriaEl Te Deum
Conmemorando el Bicentenario de la Patria, este martes 25 de mayo, se llevarán a cabo en la Diócesis diversos actos litúrgicos en acción de gracias al Señor por el don de nuestra Argentina:En la Iglesia Catedral, el Sr. Obispo acompañado por autoridades municipales, presidirá el Te Deum que comenzará a las 16.00 hs.. La Parroquia Sagrado Corazón, cabecera del partido de Hurlingham, lo llevará a cabo a las 12.00 hs.; en la ciudad de Haedo, en la Parroquia Santiago Apóstol y San Carlos Borromeo, la celebración está prevista a las 11.00 hs., luego del tradicional festejo, que comenzará a las 9.00 hs.

A modo de aporte para que todos cantemos gozosamente el tradicional Himno de Acción de Gracias de la liturgia romana, continuamos compartiendo reflexiones del Obispo de San Rafael, Eduardo María Taussig, publicadas en el libro: “El Te Deum y otros aportes en camino al Bicentenario”:

El Te Deum nos pone a todos ante Dios para alabarlo e ilumina las conciencias para mejor servir a la Patria…Este antiguo himno hunde sus raíces en una añeja tradición de la Iglesia y ha servido en los momentos significativos de la historia argentina para unir la entera comunidad en actitudes ennoblecedoras y dignificantes. Más de 1600 años tiene este cántico. Mucho tiempo se creyó que fue compuesto por San Ambrosio de Milán para el bautismo de San Agustín. Estudios más precisos, del siglo XIX, lo atribuyen al Obispo San Nicetas de Remesiana, en Serbia, hacia fines del siglo IV o principios del V, aunque algunos autores lo remontan hasta el año 252 y lo atribuyen a San Cipriano de Cartago. Utilizado en las solemnidades litúrgicas y en innumerables acontecimientos civiles, fue compañero singular de la vida de la Iglesia y de los pueblos cristianos a lo largo de los siglos. En nuestra historia, fueron memorables -entre muchos- antes de los sucesos de Mayo de 1810, los entonados la tarde del 14 de agosto de 1806, dando gracias al Señor por la Reconquista de Buenos Aires, y el proclamado el 19 de julio de 1807 luego de la exitosa Defensa contra el invasor extranjero. La Junta de Mayo, que asumió la soberanía del pueblo ante la invasión napoleónica, ordenó el Te Deum, con la mayor solemnidad posible, como uno de sus primeros actos de gobierno, lo cual se concretó en la Catedral de Buenos Aires, en ceremonia presidida por el Obispo Lué y Riega, y fue predicado por el sacerdote Doctor Diego Estanislao Zavaleta, el 30 de mayo de 1810. Pocos días después, el cabildo de Luján dispuso hacer rezar, el 17 de junio, un Te Deum por la instalación "del primer gobierno patrio".Famosos fueron otros Te Deum conmemorativos del nacimiento de la Patria: el del Pbro. Dr. Victorio de Achega, en 1813, en la Catedral de Buenos Aires; el del Deán Funes, en la Catedral de Córdoba, el 25 de mayo de 1814; el de Fray Pantaleón García, en la misma Catedral al año siguiente; el del Pbro. Dr. Ignacio de Castro Barros, en Tucumán, el 25 de mayo de 1815. En mayo de 1816, en vísperas de la apertura de las sesiones del Congreso de Tucumán "el Pbro. Manuel Acevedo pronunció el Te Deum".Y para detenernos en algunos de los más significativos luego de la declaración de la Independencia, recordemos tan sólo tres: el que precede a las deliberaciones constituyentes convocadas por Urquiza, en Santa Fe, en 1852; el que pronunció el célebre orador de Constitución, Fray Mamerto Esquiú para estimular su jura, el 9 de julio de 1853 en Catamarca; y el que conmemoró el primer centenario de la Patria, el 25 de mayo de 1910 en la Iglesia Catedral de Buenos Aires.De este modo, este "cántico de alabanza y de acción de gracias que se eleva (...) a Aquel que, siendo eterno, nos acompaña en el tiempo sin abandonarnos nunca y que siempre vela por la humanidad con la fidelidad de su amor misericordioso", ha marcado los hitos fundamentales de nuestra historia como Nación y ha expresado el sentir común de los argentinos en momentos clave de nuestra vida política.Enraizados en esta fecunda tradición, tan rica en su policromía de lugares y de eventos significativos apenas esbozada, hoy, nos presentamos ante Dios para rezar una vez más como argentinos el solemne Te Deum. Compartimos así un momento profundamente religioso ante Dios, de todos los argentinos, en nombre de todos los argentinos y para beneficio de todos los argentinos.¿Qué expresa el Te Deum? ¿Por qué es tan significativo este himno? ¿Cuál es su valor?Expresa la actitud más noble y bella que el hombre puede tener ante Dios, que la criatura puede manifestar a su Creador, como se esclarece en su título más antiguo y sus primeras palabras: ¡Te Deum laudamus! ¡A Ti, oh Dios, te alabamos! Los hombres nos ponemos ante Dios en diversas ocasiones: a veces para pedirle o suplicarle, por ejemplo, cuando la enfermedad, el sufrimiento o la muerte nos amenazan; otras, para agradecerle, cuando hemos constatado su ayuda; o para pedirle perdón, cuando tenemos la valentía de reconocer nuestros errores o miserias; también, para ponerlo por testigo de nuestras buenas intenciones y propósitos, como el día en que un ciudadano asume una responsabilidad pública. Son siempre momentos significativos de nuestra existencia personal y social.Pero la alabanza supera en mucho estos momentos. Porque pone en ejercicio la actitud más plena y realizadora que puede vivenciar el hombre. Una vez, un niño -que podía llamarse Eduardo María, o Néstor, o Cristina, o Julio... o como cualquiera de nosotros-, en el catecismo, al recibir la respuesta a la pregunta fundamental ¿para qué hemos sido creados?, cuando su catequista le decía: "para conocer, amar y servir a Dios en esta vida, y para alabarlo eternamente en el Cielo", pensaba para sí: "¡Qué aburrido va a ser esto de alabar a Dios eternamente, sin hacer otra cosa, por tiempos infinitos!. Sólo cuando fue más grande, y tuvo la experiencia más consciente del amor, pudo madurar aquella respuesta y percibir su sencilla profundidad y su riqueza. En efecto, la experiencia del amor nos sirve para entender la alabanza. Sabemos bien que la felicidad plena no se obtiene por el dinero, el poder, la fama, el placer o cualquiera de sus sustitutos. La felicidad auténtica se da en el amor, cuando somos amados y cuando podemos amar, cuando nos realizamos en el amor y somos felices por el amor.Cuando un enamorado goza con la presencia de su amada, o la enamorada con la de su amado, cuando ya no necesitan agradecerse mutuamente sus regalos o los dones que intercambian, o sus cariños, sino que, en un salto cualitativo más excelso, brota del corazón el piropo genuino, el elogio o la palabra apropiada –... y los que aman encuentran las mejores expresiones-, y cuando el amado y la amada pueden decirse mutuamente: "me alegra que tú seas", cuando la alegría profunda del corazón se hace elogio simplemente por la existencia, la belleza o la bondad personal del otro tal como es... allí, entonces, empieza a gustarse lo que es la alabanza. Cuando el hombre descubre al "Dios que es amor" y puede alcanzar en su relación con Él la correspondencia en el amor, la alabanza brota cristalina y pura, como manantial o vertiente de alta montaña, en la sencillez del corazón limpio y humilde. Como en Jesús, tal como nos lo presenta el Evangelio.En este sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que "la oración de alabanza, totalmente desinteresada, se dirige a Dios; canta para Él y le da gloria no sólo por lo que ha hecho sino porque Él es". Por eso también San Agustín, en inmortales palabras, expresó al comienzo de sus Confesiones: "... A pesar de todo, el hombre, pequeña parte de tu creación, quiere alabarte. Tú mismo lo incitas a ello, haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza, porque nos has hecho ¡oh Senor! para Ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en Ti".Una característica singular del Te Deum es que, como la oración que nos enseñó Jesús, el Padre Nuestro, nos lleva a orar a Dios en plural, no en singular. Expresa de este modo la pertenencia de cada uno a la familia de Dios, en la cual nuestra condición de hijos nos hermana a todos los hombres. Nos previene contra todo individualismo egoísta, encandilante y destructivo, y nos abre a una solidaridad corresponsable y enaltecedora. Y al unirnos a la multitud de los apóstoles, profetas y mártires, nos invita a tomar conciencia de nuestra pertenencia a una historia común, en la cual cada uno, según su lugar, contribuye al bien de los demás y, desde su presente, se ancla en la memoria del pasado para construir el futuro. A los argentinos nos viene muy bien esta perspectiva abarcadora e integradora, para mirar los dos siglos de historia común que nos orientan esperanzados a celebrar el próximo bicentenario. Además el Te Deum asocia a todos: laicos y religiosos, autoridades y pueblo, grandes y pequeños, ricos y pobres. Como una sinfonía que suma todas las notas de la escala. Como un coro que integra los diversos registros para lograr la más bella expresión. Esta unión armónica refleja, entre otras cosas, la legítima autonomía y la adecuada cooperación que la autoridad civil y la religiosa se deben mutuamente, para servir adecuada e integralmente a todo el hombre, a cada hombre y a todos los hombres. Más aún, al asociamos incluso a los mismos ángeles para aclamar a Dios con el adjetivo más propio y distintivo que a Él le cuadra, el triple "Santo", nos dignifica y nos lleva a alturas maravillosas, como la música que exalta nuestro espíritu y da vida y movimiento al ritmo del amor y la alabanza. *** Ahora bien, cuando el caminante eleva su mirada al cielo, o el montañista a la cumbre lejana, sus ojos no sólo se deleitan con las bellezas del horizonte, sino que sus pupilas se calibran más ajustadamente y pueden, por ello, conducir mejor sus pasos sobre el sendero que pisan metro a metro para alcanzar la meta. De modo similar, cuando el hombre se eleva en la alabanza a su Creador, su mirada se purifica y su conciencia se ennoblece, para mejor guiar las opciones de su libertad en la construcción de la historia cotidiana y llegar un día a la alabanza eterna del Cielo. La conciencia es ese sagrario inviolable de cada persona donde el eco de la voz de Dios se hace oír a cuantos quieren con rectitud usar una brújula fiel, que todo hombre posee como clave de su dignidad y de su libertad, para ser felices y navegar sin perder el rumbo en las tormentas y los avatares de la vida personal o social. Por eso, para quienes creen en Dios, la fe ilumina su conciencia, y para quienes no tienen este don, su conciencia recta les puede permitir, incluso, alcanzar a Dios. El Te Deum bien vivido lleva a un rico intercambio entre Dios y la conciencia. Puede, incluso, anticipar y preparar ese diálogo que la conciencia de cada uno tendrá con Él al final de la propia existencia, cuando, luego de la muerte, sea ella nuestro testigo ante su juicio justo y misericordioso. De algún modo, el movimiento profundo que inspira el Te Deum hace eco de las tablas de la ley que Moisés recibió en el Sinaí y que también se halla en la conciencia de todo hombre. En efecto, en la primera de ellas estaban inscriptos los primeros tres mandamientos: amar a Dios sobre todas las cosas, no tomar su santo nombre en vano, santificar las fiestas. En la segunda de ellas, los demás: no matar, no fornicar, no robar, no mentir, etc. Como gozne o bisagra, el mandamiento cuarto: "honrarás a tu padre y a tu madre". ¡Justamente, el que funda el amor a la patria, la tierra o herencia de los padres! ¿No nos estará indicando este orden que para servir bien a la Patria, como lo hicieron nuestros próceres de Mayo, es necesario guardar las dos tablas del decálogo? ¿No nos está diciendo que la fidelidad a Dios nos ayudará como hermanos, a erradicar plenamente el crimen, la deshonestidad, la falsía y otros males, en la tierra que hemos heredado? ¿No nos está mostrando que respetar la segunda tabla nos permitirá mirar a Dios con serena confianza al terminar cada día y al llegar al atardecer de la vida, ante su veredicto final? No tengo duda de que ponernos con rectitud de conciencia ante Dios nos ayudará a construir la Patria. No tengo duda de que construir la Patria con responsabilidad nos prepara del mejor modo a cada uno para el encuentro definitivo con Dios. En ambas direcciones nos ayudará, a todos los argentinos, rezar bien el Te Deum.


Delegación para la Comunicación Social de la Diócesis de Morón


OFICINA DE PRENSA DEL OBISPADO DE MORÓN
Sr. Fabián Parodi.
De lunes a viernes de 9 a 12 horas.
Buen Viaje 936 - Morón
Teléfono: 4629-3143
E-mail:
encuentrodiocesano2005@gmail.com / obmoronprensa@speedy.com.ar

Se autoriza la reproducción total o parcial de la información que ponemos al servicio de nuestros lectores, citando la fuente (Koinonia, newsletter de la Oficina de Prensa del Obispado de
Morón).

No hay comentarios:

Publicar un comentario