"El amor de Cristo nos apremia." San Pablo, 2 Cor 5,14

"El amor de Cristo nos apremia." San Pablo, 2 Cor 5,14
" Debemos tomar conciencia que hemos de ser una Iglesia no solamente fraterna y solidaria, sino también y esencialmente misionera. (J. L. Corral)

Llamados a construir un mundo más fraterno, tratan de irradiar a los demás el gozo y la esperanza

San Francisco "Instituyó tres órdenes: a la primera ha llamado de los hermanos Menores, a la segunda de las Damas Pobres, Orden de Penitencia es el nombre de la tercera, constituida por personas de uno y otro sexo" (Oficio rítmico de san Francisco. Julián de Espira)

La Orden Franciscana Secular (O.F.S.)

La Orden Franciscana Secular (O.F.S.)

En este blog se pretende aprender entre todos, sobre la espiritualidad de san Francisco, que como religioso nos mostró, el camino a la Verdad que lleva hacia la fuente de vida.

¡Señor que siempre tenga sed de Ti!

Nuestra Señora de Fátima

Nuestra Señora de Fátima

S.E.R

S.E.R

jueves, 27 de mayo de 2010

Subsidio Pentecostés


EUCARISTÍA DE PENTECOSTÉS
DÍA DE LA ACCIÓN CATÓLICA Y DEL APOSTOLADO SEGLAR

¡Qué hermosos son los pies de los que anuncian la buena noticia!


Monición de Entrada

Cada domingo, en la Eucaristía, la comunidad cristiana, se reúne «para escuchar la enseñanza de los apóstoles y participar en la vida común, en la fracción del pan, y en las oraciones». Hoy, fiesta de Pentecostés, actualizamos el envío que Jesús hace a sus discípulos para ser signo de perdón y de paz, signos de Dios en nuestro mundo.
En esta celebración damos gracias a Dios por tantas personas que se han embarcado en la gran misión de ser, con obras y palabras, mensajeros del Evangelio. El Espíritu no nos dejará de su mano y nos anima a que seamos testigos de su amor en el mundo.
Nos sentimos unidos a toda la Iglesia en España que recuerda el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar y pedimos a Dios, al comienzo de esta celebración, que nos haga participar activamente en la vida de la Iglesia con nuestro compromiso en el anuncio del Evangelio.
Acto penitencial
Señor, sabes que ponemos nuestra mirada y confianza en ti. Sabemos que Tú sigues enviando tu Espíritu que sana el corazón enfermo, perdona al que yerra y acoge a quien se arrepiente. En el día de Pentecostés reco­nocemos nuestro pecado:
Por las ocasiones en que callamos y no anunciamos el Evangelio. Señor ten piedad.
Por las veces que no somos signos de Jesucristo, que "pasó haciendo el bien, y curando a los oprimidos por el mal". Cristo ten piedad.
Por no ser protagonistas, piedras vivas, en la construcción de tu Igle­sia. Señor ten piedad.
Monición a las Lecturas
Las lecturas nos presentan la primera comunidad, reunida, con las puertas cerradas "por miedo". La presencia de Jesús resucitado va a trans-formar el miedo en alegría y la oscuridad en luz. A partir de ese momento nada será igual. Comienza un nuevo tiempo en la Iglesia en el que «se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extran­jeras...». Todos los que escuchaban entendían el mensaje: "Jesús es el Señor". Ese mismo Espíritu es el que nos convierte en miembros activos de la Iglesia y en mensajeros de paz y perdón.

Homilía
La Iglesia entera escucha este día el mensaje de jesucristo: "Así os envío yo", y se siente protagonista en el anuncio del Evangelio. La Iglesia existe para evangelizar. Es su origen y meta, su camino y su acción. Nada ni nadie en la comunidad eclesial queda al margen de este mandato del Señor. Evangelizar supone llevar "la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad" (EN). La Iglesia realiza este anuncio con palabras que anuncian la Palabra, pero también con signos que edifican el Reino. "Se trata de convertir al mismo tiempo la conciencia personal y colectiva de los hombres, la actividad en la que ellos están comprometidos, su vida y ambiente concretos"(EN).
En este día de Pentecostés queremos contemplar las huellas de Dios que recorren la historia de la humanidad. Son huellas marcadas por tes­tigos del Evangelio. Son las huellas de los primeros discípulos que, aún temerosos, escucharon el envío de Jesús. Las huellas de Pablo, que rom­pió muros y fronteras para hacer llegar el Evangelio a todo el mundo conocido. Las huellas de una infinidad de testigos que, a lo largo de dos milenios, han empapado lugares y culturas del mensaje del Evangelio. Hoy seguimos descubriendo tus huellas en tantas y tantos cristianos que siguen anunciando a Jesucristo de una forma nueva, "nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión".
Reconocemos tus huellas en cristianos laicos que trabajan comprome­tidos por la justicia en el mundo, que son testimonio de paz en lugares donde reina la violencia, que viven desde una perspectiva ecológica y sostenible, que fomentan una cultura de la solidaridad y que apuestan por un mundo nuevo. Son rumor de Dios en nuestro mundo y nuestro en-torno. Como dice el mensaje al Pueblo de Dios del reciente Sínodo de la Palabra, en estas situaciones descubrimos "una presencia divina... que, mediante la acción del Señor de la historia, se inserta en un plan más elevado de salvación, para que 'todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (Mensaje del Sínodo 2).
Hay otras huellas ante las que sólo hay que abrir los oídos para escu­char el mensaje de salvación anunciado y "explicitado por un anuncio claro e inequívoco del Señor Jesús"(EN). Nuestra cultura sigue esperan-do anuncios de vida, palabras de sentido y modelos de existencia. Los cristianos tenemos un tesoro que compartir y ofrecer: es Jesucristo y su Palabra. No podemos permanecer en silencio ni encerrar el Evangelio. "El cristiano da testimonio de su esperanza...'con delicadeza y respeto, y con tranquilidad de conciencia' (Sínodo 7) aunque preparado para sufrir incomprensión. Hoy más que nunca son necesarios testigos como san Pablo, refrenden con la propia vida el mensaje que anuncian. La Palabra es viva y eficaz" (Hb 4, 12), así lo contemplamos y celebramos en la vida de tantos mensajeros que anuncian el Evangelio y son los primeros transformados por la Palabra que viven.
Todo el Pueblo de Dios, laicos, religiosos y sacerdotes, somos nece­sarios y todos somos protagonistas en el anuncio del Evangelio y en la edificación del Reino. Los distintos dones y carismas son "para el bien común", nunca para el beneficio individual. En la Iglesia reconocemos gran diversidad de ministerios que, como "miembros del cuerpo", hacen posible esta misión. Todos estamos necesitados de los demás y preocupa-dos de los otros. Sólo así la Iglesia será "casa de la Palabra" que anuncie el Evangelio, celebre la Eucaristía, sea espacio de oración y encuentro comunitario. En definitiva, ni una estéril uniformidad, ni una dispersión indiscriminada serán signo del Evangelio en la actualidad.
A los discípulos de Jesús los encontramos reunidos, unas veces teme­rosos, otras en oración, no es extraño encontrarlos en grupo anunciando el Evangelio, pero siempre están con el respaldo de una comunidad que alienta el compromiso misionero. Hoy las circunstancias han cambiado, "los caminos que se abren frente a nosotros, hoy, no son únicamente los que recorrió san Pablo o los primeros evangelizadores" (Sínodo 101. El momento actual requiere evangelizadores activos que lleven el mensaje a todos los rincones de la sociedad y de la cultura. Si cada uno vamos por libre, poco tenemos que hacer. Solos no podemos. Necesitamos esta­blecer redes, asociarnos, crear comunidades en las que compartamos la vida y la misión. Sólo así será posible un anuncio eficaz. Comunidades cristianas que sean espacio de crecimiento en la fe, que sean lugar de formación y encuentro gozoso, que sean acicate para desarrollar accio­nes transformadoras, comunidades que alienten el anuncio explícito de Jesucristo y que sean parte activa y comprometida de este gran edificio de piedras vivas que es la Iglesia.
La Acción Católica es expresión de este modo de ser asociado y co­munitario que vive como propia la misión de la Iglesia, la evangeliza­ción; donde todos los miembros se sienten parte activa y viven su fe en comunión con toda la Iglesia y sus pastores. Los movimientos de Acción Católica son expresión y testimonio del Evangelio en todos los ambientes y sectores, están llevando el mensaje de Jesucristo y se sienten en comu­nión con todo el Pueblo de Dios.
La Iglesia que peregrina en España necesita de cristianos laicos que con obras y palabras anuncien el Evangelio, necesita de la Acción Católica y otras asociaciones que lo lleven a todos los rincones de la sociedad, y necesita renovar, como siempre, el ardor, los métodos y la expresión para que la Palabra llegue a los hombres y mujeres de hoy.
En esta fiesta de Pentecostés, fiesta del Espíritu y de la Iglesia, sabemos y celebramos que "el cristiano tiene la misión de anunciar esta Palabra divina de esperanza, compartiéndola con los pobres y los que sufren, mediante el testimonio de su fe en el Reino de verdad y vida, de santidad y gracia, de justicia, de amor y paz, mediante la cercanía amorosa que no juzga ni condena, sino que sostiene, ilumina, conforta y perdona" (Sínodo 13). Contamos con la bendición de Dios. El cuenta con nuestro compromiso.
Oración de los fieles
Te pedimos, ¡envía tu Espiritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra!, sigue fecundando la humanidad con tu Palabra y con la vida entregada de cristia­nos laicos que viven y anuncian el Evangelio.
Para que, bajo la inspiración del Espíritu Santo, toda la Iglesia anuncie a lesucristo y "sepa dar razón de su esperanza". Roguemos al Señor.
Por los pastores de la Iglesia, para que reconozcan y animen el compro­miso de los laicos en la Iglesia y la sociedad. Roguemos al Señor.
Por los laicos, para que, fieles a su misión, sean miembros activos de la Iglesia y anuncien con obras y palabras el Evangelio. Roguemos al Señor.
Para que en este momento de crisis económica seamos generosos y com­partamos nuestros bienes con los más pobres. Roguemos al Señor.
Para que trabajemos por un mundo más justo desde compromisos con­cretos que empiezan en nuestros pueblos y barrios. Roguemos al Señor.
Por los vlovimientos de Acción Católica y de Apostolado Seglar, para que atentos a las llamadas del Espíritu Santo sean fieles a su misión de anunciar el Evangelio en todos los ambientes. Roguemos al Señor.
Padre, nunca nos dejas solos, hoy te pedimos por la Iglesia y por todos los que la formamos. Haz que seamos signo y sacramento de tu amor ante los hombres y las mujeres de nuestro tiempo. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.


Monición final
"Qué hermosos son los pies de los que anuncian la buena noticia". Nues­tro mundo está sediento de Noticias y mensajes de vida, justicia, perdón y paz. Que el Espíritu Santo mueva los corazones de los cristianos para anun­ciar el mejor Mensaje: Jesucristo. No podemos apropiarnos de Él, tenemos que compartirlo. En nuestras familias, en el barrio o el trabajo, en las aso­ciaciones de vecinos o en la escuela... en nuestro pueblo, en nuestra pro­fesión. Son lugares a los que el Evangelio sólo llegará si nosotros somos sus portadores. Que vuestras vidas, vuestras obras y vuestras palabras hablen de Dios y "sepan" a Dios.
Cantos
. Entrada: - El Señor os dará su Espíritu Santo - Jesús está entre nosotros
. Ofertorio: - Espíritu Santo, ven en el nombre de Jesús - Llevemos al Señor el vino y el pan . Comunión: -Ven, Espíritu de Dios, sobre mí
- Tú, Señor, me llamas
. Final: - Id por el mundo y proclamad
- Nos envías por el mundo

Apostolado seglar, reflexión del cardebal Rouco




El Cardenal Rouco afirma que Pentecostés nos invita a reflexionar sobre el Apostolado de los seglares
El Cardenal Arzobispo de Madrid ha hecho pública su carta pastoral con motivo de la celebración mañana del Día Nacional del Apostolado Seglar y de la Acción Católica, que este año tiene como lema «No he venido a ser servido, sino a servir». En ella recuerda que «la Solemnidad de Pentecostés nos invita a reflexionar acerca del Apostolado de los seglares y de su inestimable ayuda a nuestro ministerio apostólico». Monseñor Rouco se refiere también a que este año tiene «como telón de fondo el final del Año Sacerdotal convocado por Su Santidad Benedicto XVI en el dies natalis de S. Juan María Vianney, el santo cura de Ars».
22/05/10 9:23 AM


(Camineo.info/InfoCatólica) El Arzobispo de Madrid asegura que hemos de dar gracias a Dios por los frutos de la celebración del Año Sacerdotal, que se clausurará en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. "Entre ellos, el que la celebración de este año ha contribuido a una mayor estima y reconocimiento del ministerio sacerdotal por parte de los seglares, así como de la hermosa y callada labor de muchos sacerdotes que, en las parroquias y en los movimientos apostólicos, están al servicio de la vida espiritual de los fieles laicos".
Respecto al lema de la Jornada, el cardenal explica que destaca el aspecto del "servicio eclesial". Puesto que "las palabras del Señor no son una simple y bonita teoría, sino que, además de una enseñanza exigente acerca del servicio, son un anuncio anticipado de los dramáticos acontecimientos que los Apóstoles contemplarían pocos días después en Jerusalén", donde Jesús "lleva el servicio hasta el extremo: la entrega de la vida como la forma más plena del amor". Y es que, señala, "dar la vida es la prueba del mayor servicio, del amor más grande". Por eso, afirma que "todos los fieles cristianos deben reconocer que, por el bautismo, están llamados a vivir esta vocación de servicio".
En la Jornada del Apostolado Seglar, invita a los fieles "a renovar el deseo de vivir esta extraordinaria vocación de servicio en medio del mundo y, de un modo especial, a aquellos que habéis sido llamados a asociaros de distintos modos para hacer así más fecunda la misión apostólica de la Iglesia". Y recuerda especialmente las palabras pronunciadas por Benedicto XVI en su visita pasado el pasado més de marzo a la parroquia de S. Juan de la Cruz, en la diócesis de Roma el , en las que "valoraba la inestimable aportación de los nuevos movimientos y comunidades eclesiales a la evangelización y a la formación de un laicado maduro".
Llamada a participar en la preparación de la JMJ 2011
Para el cardenal, "la corresponsabilidad de todos los fieles en el ser y en la acción de la Iglesia ayudará a presentar una imagen viva y unida del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia", lo que "requiere la respuesta de todos a la acción del Espíritu Santo, que se derrama como vínculo de verdadera comunión". A continuación, monseñor Rouco invita a participar "en este espíritu de comunión y corresponsabilidad" y "según los propios carismas", en la "preparación de la próxima Jornada Mundial de la Juventud, que celebraremos en nuestra diócesis en agosto de 2011".
Asegura el Arzobispo de Madrid que la JMJ 2011 "será una oportunidad privilegiada para mostrar a la sociedad que el servicio común de todos los fieles, sacerdotes, religiosos y laicos, constituye un testimonio fiel de la novedad, vitalidad y universalidad de la Iglesia", así como para "agradecer el valioso don que el Santo Padre nos ha regalado al concedernos la celebración de esta Jornada".
Concluye pidiendo a la Virgen "que nos ilumine en el exigente, pero precioso camino del servicio a Dios y a los hermanos".

Dia del apostolado seglar- Mensaje obispos

Equipos de Laicos y Familia de los claretianos de Bética y Santiago - Viernes 21 de Mayo del 2010
ESTAR EN EL MUNDO AL SERVICIO DEL REINO DE DIOS
“No he venido a ser servido, sino a servir” (Mt 20,28)
SERÉIS MIS TESTIGOSLa vida del cristiano tiene que ser una vida activa, comprometida y empeñada en la causa de Jesús. La causa de Jesús es la causa de Dios y la causa de los hombres, la causa de la vida verdadera, la causa de la verdad y de la justicia, y por eso mismo también la causa de la salvación y de la felicidad.Esto siempre es así, porque creer en Jesús es establecer una relación de amistad y de comunión con El que nos lleva a compartir su visión del mundo y a empeñarnos con El en el anuncio del plan de Dios y en la realización de su Reino, que es fuente de verdad y de felicidad para todos. Creer en Jesús nos salva de la destrucción y nos hace, con El, salvadores de nuestros hermanos.En estos momentos, esta colaboración misionera de los cristianos es necesaria y urgente. En nuestro mundo hay muchas voces que no dejan oír la voz de Jesús. Muchos jóvenes viven en la ignorancia de Dios y del mensaje de Jesús. Sin ellos no pueden descubrir la belleza de la vida ni pueden gustar la verdadera alegría de vivir. Sin Jesús la vida es triste y aburrida, el egoísmo termina siempre en la desesperanza.Hoy los cristianos tenemos que ser todos misioneros, testigos de Jesús, que recuerdan con la vida la presencia de Jesús en el mundo y el valor de su evangelio. No podemos ocultar la luz que hemos recibido. No podemos dejar de colaborar con Jesús en esta tarea hermosa de ayudar a vivir a nuestros amigos en la alegría de la verdad y de la esperanza. Muchos amigos nuestros andan a oscuras y necesitan la luz de la vida que viene de Jesús. No seamos cobardes. No seamos egoístas. Hagamos que la luz del evangelio brille en medio de las tinieblas. Aunque seamos pocos, si nos movilizamos, podemos cambiar la situación.
Fernando Sebastián, Arzobispo emérito de Pamplona-Tudela
Mensaje de los obispos con motivo del Día del Apostolado Seglar
Por
SIC el 22 de Mayo de 2010
Día de la Acción Católica y del Apostolado SeglarSolemnidad de Pentecostés23 de mayo de 2010«No he venido a ser servido, sino a servir»(Mt 20, 28)Servidores en la comunidadSacerdocio común – sacerdocio ministerial
La celebración del Año Sacerdotal, convocado por el Papa Benedicto XVI, pretende impulsar la renovación espiritual de lospresbíteros, ayudándolos a poner el extraordinario don recibido de Dios al servicio de la Iglesia y de la sociedad. Esta celebración puede ser también una buena ocasión para que todos los cristianos profundicemos en las exigencias de nuestra vocación bautismal.Unos y otros, injertados en el cuerpo de Cristo, muerto y resucitado, en virtud del sacramento del Bautismo, hemos sido elegidos para formar parte de un sacerdocio santo, para colaborar como piedras vivas en la construcción de un edificio espiritual y para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por mediación de Jesucristo (1 Pe 2, 4-5).Como consecuencia del sacramento del Bautismo, los presbíteros, los religiosos y los cristianos laicos participamos del triple oficio de Cristo, sacerdote, profeta y rey.Ciertamente, entre el sacerdocio ordenado y el sacerdocio comúnde todos los bautizados existe una diferencia esencial. Pero esta diferencia no puede entenderse nunca como separación, sino como complementariedad entre ambos sacerdocios, pues uno y otro proceden del único sacerdocio de Jesucristo. El sacerdocio ordenado está al servicio del sacerdocio común de todos los bautizados. Es más, la persona que ha recibido el orden sacerdotal sigue siendo un cristiano y, por tanto,en él permanecen íntegras la llamada a la santidad y la exigencia del testimonio.San Agustín nos ha legado un precioso testimonio, en el que podemos percibir la importancia del sacerdocio bautismal, la urgencia de la comunión eclesial y la necesidad de la corresponsabilidad entre lospresbíteros y los cristianos laicos en la acción misionera de toda la Iglesia.Decía él: «Cuando me da miedo pensar lo que soy para vosotros, me llena de consuelo lo que soy con vosotros. Para vosotros soy obispo, con vosotros soy un cristiano; aquel es el nombre de un oficio, este es el nombre de la gracia; aquel es mi responsabilidad; este es mi salvación» (Sermón 340, 1).El lema elegido este año para la celebración del Día del Apostolado Seglar y de la Acción Católica, con ocasión de la solemnidad de Pentecostés, nos invita a tomar conciencia de esta realidad descrita por san Agustín. Tanto los presbíteros como los fieles laicos formamos parte de un mismo cuerpo, de la única Iglesia de Jesucristo. Esta pertenencia eclesial, que es gracia y don de Dios, nos plantea un conjunto de exigenciasque debemos tener muy presentes en la vivencia de nuestras respectivas vocaciones.La primera exigencia para todos los bautizados es la de permanecer en Cristo. Esto lleva consigo acoger sus enseñanzas, buscar ante todo el Reino de Dios y alimentar nuestra vida con la gracia divina en las celebraciones litúrgicas. Jesucristo, la piedra angular desechada por los arquitectos, debe ser siempre el sólido fundamento de nuestra vida cristianay de nuestros proyectos evangelizadores. Él nos regala a todos los bautizados su vida de Resucitado, nos invita a participar en la edificación de su Iglesia y nos une en la más perfecta comunión, mediante el don del Espíritu Santo. Sólo desde esta radical comunión podremos dar fruto abundante.En medio del individualismo y de la disgregación que observamos en la sociedad y, en ocasiones, también en la Iglesia y en las mismas asociaciones apostólicas, la unión a Cristo, alimentada y sustentada en la oración y en la participación frecuente en los sacramentos, nos ayuda a fomentar la comunión fraterna, a impulsar la solidaridad, a rechazar los egoísmos y la dispersión pastoral, colaborando con convicción en laconstrucción de la casa común. «Todos, pastores y fieles, estamos obligados a favorecer y alimentar continuamente vínculos y relaciones fraternasde estima, cordialidad y colaboración entre las diversas formas asociativasde los laicos. Solamente así la riqueza de los dones y carismasque el Señor nos ofrece pueden dar su fecunda y armónica contribucióna la edificación de la casa común» (ChL 31).Por otra parte, la participación de todos los bautizados en el oficiosacerdotal de Cristo en virtud del Bautismo nos impulsa también a descubrirlos caminos recorridos por el Señor en el ejercicio de su sacerdocio,pues hemos sido llamados a seguirle. Como bien sabemos, no son caminosfáciles, puesto que Él lleva a cumplimiento su sacerdocio mediantela entrega amorosa e incondicional al Padre en la cruz por la salvaciónde todos los hombres.Esta entrega de Cristo al Padre se actualiza por el ministerio de laIglesia en la celebración de la Eucaristía. De este modo, los cristianos,incorporados a Cristo por el Bautismo, podemos y debemos ofrecerle alPadre con la ofrenda del Cuerpo de Cristo nuestra vida y todas nuestrasactividades. Las iniciativas apostólicas, las relaciones familiares, el trabajocotidiano y las mismas pruebas de la vida, si son realizadas en elEspíritu, se convierten en sacrificios espirituales agradables a Dios, nosllevan a contemplarlo todo con su mirada y se convierten en ocasiónpropicia para unir la fe y la vida, para crecer en la unión con Dios y paraofrecer un servicio más generoso a nuestros semejantes, ayudándoles aabrir su mente y su corazón al Señor. Esto es aplicable a los presbíterosy a los cristianos laicos.Finalmente, en el ejercicio del sacerdocio bautismal, no debemos olvidarnunca que la eficacia del sacrificio de Cristo proviene de su totallibertad y de su amor incondicional al Padre y a los hombres. Los cristianos,revestidos de Cristo en el sacramento del Bautismo, tenemos que viviry actuar como criaturas nuevas, proclamando las maravillas de aquelque nos llamó de las tinieblas a su luz admirable. Acogiendo el amorde Dios, que es derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo,debemos hacer del mandamiento del amor la brújula de toda nuestraexistencia.En ocasiones percibimos que algunos cristianos parecen dar más importanciaa otros dones recibidos del Señor que al mandamiento delamor. Como les sucedió a los cristianos de Corinto, todos podemos caeren la tentación de dar más importancia a los carismas extraordinarios, ala profecía y al don de lenguas, que al amor. El apóstol Pablo, al constatarestos comportamientos equivocados, les corrige y les invita a laconversión, haciéndoles ver que, si falta el amor, todo lo demás no sirvede nada.La Iglesia es enviada al mundo por encargo del Señor. Pero esta misióncorresponde especialmente a los cristianos laicos que, en virtud de«la índole secular», estáis invitados a progresar en vuestra santificación,ordenando los asuntos temporales de acuerdo con la voluntad de Dios.Ahora bien, este compromiso es necesario vivirlo con la clara concienciade que Dios nos ama y ama el mundo, se interesa por nosotros y quiere lasalvación de todos. Esta convicción profunda anima nuestro compromisoevangelizador, teniendo muy presente que siempre hemos de comenzarofreciendo el alegre testimonio del amor de Dios a nuestros semejantes.La solemnidad de Pentecostés nos recuerda la presencia impetuosadel Espíritu en la vida y misión de la Iglesia y es una magnífica oportunidadpara que sacerdotes y cristianos laicos profundicemos en las exigenciasdel sacerdocio bautismal, para que asumamos con gozo la vocacióna la santidad y para que demos pasos decididos en la corresponsabilidad
y en la misión evangelizadora de la Iglesia. Con ocasión de esta celebración,queremos agradeceros a los presbíteros, a los cristianos laicos y alas asociaciones y movimientos apostólicos vuestro testimonio creyentey vuestra inquietud misionera. Pensando en el futuro de la Iglesia, delmundo y de la evangelización, os invitamos a fi jar vuestros ojos en Jesucristo,sumo y eterno Sacerdote, y a abrirle vuestro corazón, teniendosiempre presente que lo que es imposible para los hombres siempre esposible para Dios. Pongamos todas nuestras inquietudes y preocupacionesen las manos del Padre y, como partícipes todos del único sacerdociode Cristo, mantengamos con la fuerza del Espíritu la fi delidad, renovemosla esperanza y sembremos a manos llenas el amor de Dios, aunquenos parezca que la semilla no acaba de brotar.Comisión Episcopal de Apostolado Seglar
+ Julián Barrio BarrioArzobispo de Santiago de CompostelaPresidente+ Juan Antonio Reig PlàObispo de Alcalá de HenaresVicepresidente+ Antonio Algora HernandoObispo de Ciudad Real+ Francisco Cases AndreuObispo de Canarias+ Atilano Rodríguez MartínezObispo de Ciudad Rodrigo+ José Ignacio Munilla AguirreObispo de San Sebastián+ Francisco Cerro ChávesObispo de Coria-Cáceres+ Juan José Omella OmellaObispo de Calahorra y La Calzada-Logroño
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Homilía Domingo 8º Pascua (C): Pentecostés

Homilía Domingo 8º Pascua (C): Pentecostés

(Hch 2,1-11) "Empezaron a hablar en lenguas extranjeras"
(1 Cor 12,3b-7.12-13) "En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común"(Jn 20,19-23) "Recibid el Espíritu Santo"La misión del Hijo y del Espíritu Santo“Se llenaron todos del Espíritu Santo” (Hch 2,4).Este es el día (haec est dies), en que el poder del misterio pascual se manifiesta en el nacimiento de la Iglesia.Este es el día, en que ante Jerusalén -en presencia de los habitantes de la ciudad y de los peregrinos- se cumplen las palabras que dirigió Jesús a los Apóstoles después de la resurrección: “Recibid el Espíritu Santo” (Jn 20,22).Leemos en los hechos de los Apóstoles: “Se llenaron todos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras, cada uno en la lengua que el Espíritu le sugería” (Hch 2,4).En este discurso, que comprendieron enseguida los que lo escuchaban, incluso los que provenían de distintos países del mundo entonces conocido, se manifiesta el inicio de la misión: “como el Padre me ha enviado, así os mando yo” (Jn 20,21). “Id (por todo el mundo) y haced discípulos de todos los pueblos” (Mt 28,19).La misión de la IglesiaLa Iglesia lleva dentro de sí desde el día de su nacimiento la misión del Hijo y del Espíritu Santo, y, en virtud del Espíritu de verdad, el Espíritu-Paráclito, permanece en ella la misión del Hijo: el Evangelio de la salvación eterna.“Les oímos hablar de las maravillas de Dios en nuestra propia lengua” (Hch 2,11), exclaman totalmente desconcertados los que participaban en el Pentecostés de Jerusalén.“ ¡Cuántas son tus obras, Señor; la tierra está llena de tus criaturas!... Envías tu aliento y los creas, y repueblas la faz de la tierra” (Sal 103/104,24.30).Así se expresa el Salmista.Sin embargo, “las maravillas de Dios”, que anuncian los Apóstoles el día de Pentecostés por medio de Pedro, tienen un solo nombre: “Jesucristo”. Y hay una sola expresión del poder de Dios, que se ha manifestado entre nosotros: “Jesús es el Señor” (1 Cor 12,3).Esta gran obra de Dios, la mayor de todas en la historia de la creación y en la historia del hombre, está unida al nombre de Jesús de Nazaret, al Hijo de Dios que “se despojó de su rango tomando la condición de esclavo, que se sometió incluso a la muerte, y una muerte de Cruz, al que Dios levantó y al que Dios le concedió el "Nombre-sobre-todo-nombre": Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (cf. Flp 2,7-9.11).Señor -Kyrios- significa Dios (Adonai).El Espíritu Santo en la Iglesia.Precisamente esta verdad, esta “grande, la mayor obra de Dios” es la que anuncia Pedro el día de Pentecostés. Él habla por virtud del Espíritu Santo. “Nadie puede decir: "Jesús es el Señor", si no es bajo la acción del Espíritu Santo” (1 Cor 12,3).Desde el día de Pentecostés de Jerusalén la Iglesia pronuncia esta verdad salvífica: “Jesús es el Señor”. La anuncian los Apóstoles, la acogen los que los escuchan, procedentes de diversos pueblos y naciones de la tierra. Y confiesan: “ ¡Jesucristo -el crucificado y resucitado- es el Señor!”.Desde el día de Pentecostés, en virtud del Espíritu Santo -que da la vida- comienza la peregrinación en la fe del nuevo Israel, del pueblo mesiánico.La dignidad de hijos de Dios en cuyos corazones mora el Espíritu Santo como en un templo, se ha convertido en la herencia de este pueblo. El mandato nuevo de amar como Cristo nos ha amado (cf. Jn 13,34) se ha convertido en su ley. El reino de Dios, comenzado en la tierra por el mismo Dios, se ha convertido en su fin. Así enseña el Concilio Vaticano II: “Este pueblo mesiánico..., aunque no excluya a todos los hombres actualmente y con frecuencia parezca una grey pequeña, es, sin embargo, para todo el género humano, un germen segurísimo de unidad, de esperanza de salvación” (LG 9).“La Iglesia es en Cristo como un sacramento... de la unión íntima con Dios” (LG 1).

VALE LA PENA DEJARSE TRANSFORMAR POR EL FUEGO DEL ESPIRITU SANTO



VALE LA PENA DEJARSE TRANSFORMAR POR EL FUEGO DEL ESPIRITU SANTO

CIUDAD DEL VATICANO, 23 MAY 2010 (VIS).-A las 10,00 de hoy, el Papa presidió en la basílica vaticana la Santa Misa en la solemnidad de Pentecostés.Comentando en la homilía el relato de Pentecostés del libro de los Hechos de los Apóstoles, el Santo Padre explicó que “del Hijo de Dios muerto y resucitado y que vuelve al Padre espira ahora sobre la humanidad, con inédita energía, el soplo divino, el Espíritu Santo. ¿Y qué produce –preguntó- esta nueva y potente auto-comunicación de Dios? Donde hay laceraciones y alienación, crea unidad y comprensión”.“Se desencadena -continuó- un proceso de reunificación entre las partes de la familia humana, dividida y dispersa; las personas, a menudo reducidas a individuos en competición o en conflicto entre ellos, alcanzadas por el Espíritu de Cristo, se abren a la experiencia de la comunión, que puede implicarlas hasta hacer de ellas un nuevo organismo, un nuevo sujeto: la Iglesia. Éste es el efecto de la obra de Dios: la unidad; por eso la unidad es señal de reconocimiento, la “tarjeta de visita” de la Iglesia a lo largo de su historia universal. Desde el principio, desde el día de Pentecostés, habla todas las lenguas”.Benedicto XVI subrayó que “la Iglesia nunca es prisionera de confines políticos, raciales ni culturales; no se puede confundir con los Estados ni con las Federaciones de Estados, porque su unidad es de otro tipo y aspira a atravesar todas las fronteras humanas”.“De esto, queridos hermanos, deriva un criterio práctico de discernimiento para la vida cristiana: cuando una persona o una comunidad se cierra en su propio modo de pensar y de actuar, es signo de que se ha alejado del Espíritu Santo. El camino de los cristianos y de las Iglesias particulares debe confrontarse siempre con el de la Iglesia una y católica, y armonizarse con él”.El Papa puso de relieve que “la unidad del Espíritu se manifiesta en la pluralidad de la comprensión. La Iglesia es por su naturaleza una y múltiple, destinada a vivir en todas las naciones, en todos los pueblos, y en los más diversos contextos sociales. Responde a su vocación, de ser signo e instrumento de unidad de todo el género humano, sólo si es autónoma de todo Estado y de toda cultura particular. Siempre y en todo lugar la Iglesia debe ser verdaderamente católica y universal, la casa de todos en la que cada uno se puede volver a encontrar”.Tras recordar que “en Pentecostés, el Espíritu Santo se manifiesta como fuego”, el Santo Padre exclamó: “¡Qué distinto es este fuego del de las guerras y las bombas! Qué distinto es el incendio de Cristo, propagado por la Iglesia, del encendido por los dictadores de todas las épocas, también del siglo pasado, que dejan tras de sí una tierra quemada”.“La llama del Espíritu Santo arde pero no quema. Y a pesar de ello, obra una transformación. (...) Este efecto del fuego divino, sin embargo, nos asusta, tenemos miedo de “quemarnos”, preferimos quedarnos como estamos. Esto es porque muchas veces nuestra vida está configurada según la lógica del tener, del poseer y no del darse. (...) Por una parte queremos estar con Jesús, seguirlo de cerca, y por otra tenemos miedo de las consecuencias que comporta”.Benedicto XVI alentó a los fieles a “saber reconocer que perder algo, incluso a uno mismo por el verdadero Dios, el Dios del amor y de la vida, es en realidad ganar, reencontrarse más plenamente. Quien se confía a Jesús experimenta ya en esta vida la paz y la alegría del corazón, que el mundo no puede dar, y no se pueden quitar una vez que Dios nos las ha dado. ¡Vale, por tanto, la pena dejarse tocar por el fuego del Espíritu Santo! El dolor que nos causa es necesario para nuestra transformación”.El Papa concluyó pidiendo al Espíritu Santo que encienda en todos “el fuego de su amor. Sabemos que ésta es una oración audaz, con la que pedimos ser tocados por la llama de Dios; pero sabemos sobre todo que esta llama -y sólo ésa- tiene el poder de salvarnos. Que por defender nuestra vida, no queramos perder la vida eterna que Dios nos quiere dar. Necesitamos el fuego del Espíritu Santo, porque sólo el Amor redime”.
HML/ VIS 20100524 (720)

Santa Mariana de Jesús Paredes, Virgen, OFS


SANTA MARIANA DE JESUS DE PAREDES

26 de mayo

SANTA MARIANA DE JESUS DE PAREDES
(† 1645)

La cristiana república del Ecuador puede presentar ante el trono de Dios y en el cielo de la Iglesia una digna émula de Santa Rosa de Lima en la fragante flor de santidad que se llama Mariana de Jesús de Paredes y Flores. Nacida en Quito el sábado 31 de octubre de 1618, de piadosos y nobles padres, fue bautizada el 22 de noviembre en la catedral y mostró desde sus primeros años entera inclinación a la virtud, especialmente al pudor y a la modestia virginal.
Huérfana de ambos padres desde los cuatro años, quedó al cuidado de su hermana mayor y del esposo de ésta, quienes la procuraron conveniente educación. Era Mariana de gran talento, de ingenio agudo, de inteligencia viva y precoz; se la preparó, por una parte, en las letras y, por otra, en la música; alcanzó mucha destreza en manejar el clave, la guitarra y la vihuela. También aprendió a coser, labrar, tejer y bordar, haciendo grandes progresos y ocupando así santamente el tiempo para huir de la ociosidad. Tenía una voz suave y dulcísima y una gran afición a la música, de tal manera que no dejó pasar un solo día sin ejercitarse en ella, aunque dedicándose a cantos religiosos, que la ayudaban a meditar y levantar su corazón incesantemente a Dios.
Ya desde su temprana edad su día estaba repartido entre la oración, el trabajo y algún recreo. Nos dicen sus compañeras que era muy inclinada al servicio de Dios, que celebraba todas las festividades de Nuestro Señor y de su Madre Santísima, y de todos los santos, sus devotos, con mucha veneración, haciendo altares, ayunando sus vísperas, provocando y animando a todos para que hiciesen lo mismo, sin ocuparse en juegos y entretenimientos pueriles. Solía retirarse para orar a algún rincón de la casa, donde la hallaban con las manecitas juntas, repitiendo con fervor angelical el avemaría, que había aprendido apenas supo hablar. Tenía singular afecto a la Pasión del Señor, y desde entonces practicaba penitencias y austeridades, que más adelante serían mayores y más asiduas.
A los ocho años hizo su primera confesión y comunión en la iglesia de la Compañía de Jesús, que desde entonces fue el lugar escogido para su oración y vida espiritual. El padre Juan Camacho, al examinarla quedó admirado de la inteligencia y comprensión de los divinos misterios que había en aquella niña, y casi culpaba a su familia de haberle dilatado algún tanto el recibir la Eucaristía. Despojóse desde entonces de toda gala mundana, y, movida del Espíritu Santo, se ofreció enteramente a Jesucristo, haciendo voto de perpetua castidad, al que juntó luego los de pobreza y obediencia, Cambió su nombre por el de Mariana de Jesús.
La Providencia desbarató uno tras otro dos proyectos suyos: uno, de ir a tierra de infieles para darles la fe cristiana (y para lo cual, como nueva Teresa de Jesús, intentó escapar de casa en unión de unas amigas), y otro, de entablar vida eremítica. Tampoco prosperó el deseo de los parientes, gozosamente aceptado por ella misma, de que entrara en la vida religiosa. Investigando en la oración y en la consulta a sus directores espirituales la voluntad de Dios, entendió ser ésta que viviese recogida en su propia casa, con la misma estrechez, pobreza y despojo de todas las cosas del mundo como pudiera hacerlo entre los muros de la comunidad más austera. En consecuencia, Mariana hizo arreglar pobremente, en la parte alta de su casa, un departamento con tres piezas: una salita, un pequeño aposento y una alcoba, completamente cerrados con cancel y cerrojos al resto de las personas, y de los que solamente salía para acudir por las mañanas a la iglesia. Su vida era de oración y penitencia continuas. Tenía en su pieza un ataúd, que le recordara constantemente la vanidad del mundo y la hora de la muerte.
Su tenor de vida queda descrito así por ella misma, en una distribución del tiempo que sometió a su confesor:
"A las cuatro —dice— me levantaré, haré disciplina, pondréme de rodillas, daré gracias a Dios, repasaré por la memoria los puntos de la meditación de la Pasión de Cristo. De cuatro a cinco y media: oración mental. De cinco y media a seis; examinarla; pondréme los cilicios, rezaré las horas hasta nona, haré examen general y particular, iré a la iglesia. De seis y media a siete: me confesaré. De siete a ocho: el tiempo de una misa prepararé el aposento de mi corazón para recibir a mi Dios. Después que le haya recibido daré gracias a mi Padre Eterno, por haberme dado a su Hijo, y se lo volveré a ofrecer, y en recompensa le pediré muchas mercedes. De ocho a nueve; sacaré ánima del purgatorio y ganaré indulgencias por ella. De nueve a diez: rezaré los quince misterios de la corona de la Madre de Dios. A las diez: el tiempo de una misa me encomendaré a mis santos devotos; y los domingos y fiestas, hasta las once. Después comeré si tuviere necesidad. A las dos: rezaré vísperas y haré examen general y particular. De dos a cinco: ejercicios de manos y levantar mi corazón a Dios; haré muchos actos de su amor. De cinco a seis: lección espiritual y rezar completas. De seis a nueve: oración mental, y tendré cuidado de no perder de vista a Dios. De nueve a diez: saldré de mi aposento por un jarro de agua y tomaré algún alivio moderado y decente. De diez a doce: oración mental. De doce a una: lección en algún libro de vidas de santos y rezaré maitines. De una a cuatro: dormiré; los viernes, en mi cruz; las demás noches, en mi escalera; antes de acostarme tendré disciplina. Los lunes, miércoles y viernes, los advientos y cuaresmas, desde las diez a las doce, la oración la tendré en cruz. Los viernes, garbanzos en los pies y una corona de cardos me pondré, y seis cilicios de cardos. Ayunaré sin comer toda la semana; los domingos comeré una onza de pan. Y todos los días comenzaré con la gracia de Dios."
Esta regla de vida, asombrosa por su austeridad y oración, Mariana la guardó desde los doce años, sin más alteración hasta su muerte que estrechándola más aún los últimos siete años. Sin embargo, prudentemente, admitía tres causas posibles para omitir alguno de los ejercicios señalados: la caridad para con el prójimo, la obediencia a quienes le podían mandar y la absoluta imposibilidad física, cuando estaba tan desprovista de fuerzas por alguna enfermedad corporal que le era materialmente imposible tenerse de pie.
Santa Mariana no excluyó de su vida un discreto apostolado, principalmente con su oración por el prójimo, sus consejos a las almas que acudían a ella y la misericordia corporal para con los pobres. Era ya un gran ejemplo de virtud verla salir modestísimamente de su clausura camino de la iglesia.
Por consejo de sus confesores se hizo terciaria de San Francisco de Asís (ya que en la Compañía de Jesús no hay tercera orden, como ella tanto hubiera deseado). Siempre deseó vivamente ser enterrada en la iglesia de la Compañía, donde Dios tanto la había favorecido, y el Señor le cumplió colmadamente su anhelo, ya que el templo de los jesuitas en Quito (de extraordinaria riqueza, pues está espléndidamente dorado en todo su interior, desde el arranque de las paredes hasta los techos inclusive), no sólo guarda como precioso tesoro su sagrado cuerpo bajo el altar mayor, sino que le ha sido litúrgicamente consagrado poco después de su canonización.
Los testimonios de sus contemporáneos insisten especialmente en tres rasgos de su vida santa: su mortificación extraordinaria, su oración altísima y sus prodigios.
Decía ella misma a su criada Catalina: "Si duermo en esta cama, sabe que para mí es un regalo: porque algo se ha de hacer para merecer y ganar a Dios, pues en camas blandas y delicadas no se le halla; y supuesto que padeció tanto por mí, no es nada lo que yo haga por él." Sin embargo, para usar estas asperezas había de vencer la gran repugnancia que tenía su cuerpo a ellas: su cama era una escalera con los balaustres con filo hacia arriba, que de tanto usarlos llegaron a embotarse y gastarse; la almohada, un madero grueso y tosco. Ambas cosas las ocultaba durante el día debajo del lecho por medio de la sobrecama, que dejaba colgar hasta el suelo. Tres veces por semana usaba esta penitencia; los restantes días tomaba las tres horas de sueño sobre una áspera sábana de cerdas y piedrecitas.
Su abstinencia y ayuno eran prodigiosos. Para disimularlos hacía que le preparasen una comida ordinaria, que luego secretamente repartía entre los pobres, limitándose a tomar para sí algunos bocados de pan, que en ocasiones amargaba con hiel, acíbar, ceniza y hierbas.
De su amor a Dios da testimonio autorizado uno de sus confesores, asegurando que "en todos los días de su vida conservó la primera gracia que recibió en el bautismo.... no pecó en toda su vida mortal ni venialmente con advertencia". Otro decía: "Nuestro Señor la levantó a lo supremo de la contemplación, que consiste en conocer a Dios y sus perfecciones sin discurso y amarle sin interrupción".
Un testigo afirma de su caridad para con el prójimo: "Se ejercitó cuanto pudo y permitía su condición en obras de caridad espirituales y corporales, en beneficio de los prójimos; deseando viviesen todos en el temor y servicio de Dios; y para el efecto diera su vida." "Toda su conversación —añade una de sus compañeras— era de la gloria, de la virginidad y pureza, de la penitencia y vidas de los santos y santas, envidiándoles sus virtudes con santa emulación."
Aunque suplicó ardientemente a Nuestro Señor que no la concediera favores sobrenaturales exteriores en esta vida, por su humildad profunda, sin embargo, hizo por su medio varias profecías y revelaciones, además de lograr especiales conversiones y santificación de varias almas.
A principios del año 1645 se sintieron frecuentes terremotos y desastrosas epidemias en Quito. La ciudad estaba consternada. Mariana, conmovida por la desgracia de su patria, ofreció a Dios su vida en expiación de los pecados y en alivio de aquellos males. Nuestro Señor aceptó la ofrenda, porque desde aquel momento (26 de marzo) cesaron los temblores y la ciudad comenzó a tranquilizarse. Mas apenas la Santa se retiró del templo, donde había hecho ante Dios su sacrificio, comenzó a sentir los sufrimientos de la terrible enfermedad de que murió dos meses más tarde: apenas pudo llegar por sí misma a su habitación y hubo de ir a la cama por no poderse tener en pie.
Recibidos los santos sacramentos y entre sublimes afectos de amor divino, entregó su purísima alma a Dios el 26 de mayo de 1645, a los veintiséis años de edad.
A partir de su nacimiento para el cielo fue todavía mayor la veneración en que la tuvieron los quiteños y toda la nación por sus frecuentes milagros. El 17 de diciembre de 1757 Benedicto XIV introdujo su causa, Pío VI, el 19 de marzo de 1776, declaró heroicas sus virtudes. En 1847 Pío IX reconoció dos milagros suyos; el mismo Pontífice la beatificó el 20 de noviembre de 1853.
Reanudada la causa, bajo León XIII, el 23 de abril de 1903, correspondió a Pío XII llevarla a feliz término, canonizando solemnemente a Santa Mariana el 9 de junio de 1950, Por su parte, la Asamblea Constituyente del Ecuador, a 30 de noviembre de 1946, en reconocimiento de la virtud que la llevó a ofrecer su vida por la incolumidad del pueblo, la llamó en solemne decreto "heroína de la Patria".
GUSTAVO AMIGÓ JANSEN, S. I.

Santa mariana de Jesús Paredes, Azucena de quito y OFS

La estatua de la santa Mariana de Jesús Paredes erá colocada del lado que da sobre la Via delle Fondamenta en el Vaticano, al norte de la Basílica, al lado de la santa chilena Teresa de los Andes y donde se encuentran las estatuas de Santa Brígida de Suecia, Santa Catalina de Siena, San Marcelino Champagnat y San José María Escrivá de Balaguer.La imagen, construida en Italia, mide 5,65 metros de altura y 2 de ancho.
MIÉRCOLES Mayo 26 SANTA MARIANA DE JESÚS PAREDES Y FLÓREZ, VÍRGEN.
(1 Pe 1, 18-25/Salmo 147,12-20/Mc 10,32-45).
SE LES ADELANTABA Y ELLOS SE EXTRAÑABAN.
La verdad de la fe es la encarnación del verbo en nosotros, por eso hemos de apreciar que el precio que se ha pagado por nuestra salvación es bastante grande, y ante él debemos dar una respuesta, que nos purifica y nos hermana, que nos hace permanecer por la palabra en la nueva vida, en la cual Jesús toma la delantera, nos da ejemplo para que sigamos sin temor sus huellas, para que afrontemos la historia sin temor, apeteciendo no las grandezas del poder sino las glorias del servicio.

Conclusiones finales del Congreso Diocesano Misionero La Diócesis de Moron fue declarada en estado de misión permanente








Delegación para la Animación Misionera
Discípulos misioneros: “Ustedes son la luz del mundo y la sal de la tierra”
La Diócesis fue declarada en estado de misión permanente
El 23 de mayo, domingo de Pentecostés, durante la clausura del primer Congreso Diocesano Misionero, Mons. Eichhorn realizó el envío de los participantes y declaró a la Diócesis en estado de misión permanente.
Invitando a asumir una firme decisión misionera y remarcando la necesidad de una conversión pastoral, como un camino concreto, el Sr. Obispo se comprometió a redactar una Carta Pastoral para proponer a toda la Diócesis el proyecto misionero diocesano, en articulación con el itinerario de Pastoral Orgánica. Asimismo, en espíritu de comunión con toda la Iglesia argentina, subrayó las acciones destacadas que el Episcopado propone para la misión permanente, para que enmarquen dicha propuesta misionera.“Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes”Mensaje de Mons. Eichhorn“La Pascua ha llegado a su plenitud; el don del Espíritu ha sido derramado sobre la Iglesia. Esto llena de alegría nuestros corazones, nos enciende con el fuego del amor. Nos sentimos llenos de entusiasmo para salir a anunciar y compartir esta Buena Nueva: ¡Cristo resucitado está entre nosotros! ¡Él nos ha dado su Espíritu, un mundo nuevo ha comenzado!
Es el pregón misionero que Jesús nos confía: “Como el Padre me envió, así yo los envío a ustedes” -lo escuchábamos hace un instante en la proclamación del Evangelio- y es lo que queremos, como discípulos misioneros asumir como estilo de vida y tarea prioritaria.
Para esto Jesús nos da su Espíritu: “Sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo…’”; sólo con esta fuerza, esta luz, este amor, podemos llevar a cabo este mandato y ser fieles al Señor con nuestra entrega generosa.
Recordemos lo que nos dice Aparecida: “La fuerza de este anuncio de vida será fecunda si lo hacemos con el estilo adecuado, con las actitudes del Maestro, teniendo siempre a la Eucaristía como fuente y cumbre de toda activad misionera. Invocamos al Espíritu Santo para poder dar un testimonio de proximidad que entraña cercanía afectuosa, escucha, humildad, solidaridad, compasión, diálogo, reconciliación, compromiso con la justicia social y capacidad de compartir, como Jesús lo hizo. El sigue convocando, sigue invitando, sigue ofreciendo incesantemente una vida digna para todos. Nosotros somos ahora, en América Latina y El Caribe, sus discípulos y discípulas, llamados a navegar mar adentro para una pesca abundante. Se trata de salir de nuestra conciencia aislada y de lanzarnos, con valentía y confianza, a la misión de toda la Iglesia” (DA 363).
Terminamos este 1º Congreso Misionero Diocesano. Ahora nos queda asumir el desafío. Es la “firme decisión misionera” que todos debemos asumir, entrando “decididamente, con todas sus fuerzas en los procesos constantes de renovación misionera…” (id. 365).
Esto significa sacudir nuestra conformidad y comodidad, superar la tentación de mantener lo que tenemos, sin mirar el mundo que ha cambiado, nuestras comunidades que se están diezmando paulatinamente, la necesidad de Dios que tienen nuestras comunidades y sus hombres y mujeres, que conviven en este gran conglomerado humano que es nuestra Diócesis. Es necesaria la conversión pastoral, lo cual significa una “necesidad, en fidelidad al Espíritu Santo que la conduce, una renovación eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales” (DA 367).
“¿Qué se entiende por conversión pastoral? No hay dudas que si hablamos de ‘conversión’, este término está vinculado a ‘errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes’ pastorales que hay que abandonar para que la transmisión del Evangelio sea más fecunda” (CEA: Carta Pastoral, sept. 2009).
La conversión pastoral, tanto de los ministros ordenados, como de los agentes pastorales y las mismas comunidades se impone hoy, más ante la exhortación de Aparecida: “…abandonar las estructuras caducas que ya no favorezcan la transmisión de la fe” (365); parroquia que no se renueva, se muere. “La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación, a una pastoral decididamente misionera. Así será posible que el ‘único programa del Evangelio siga introduciéndose en la historia de cada comunidad eclesial’ con nuevo ardor misionero, haciendo que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera” (DA 370).

Conversión pastoral implica, por tanto, mucho más que planificar y realizar eventos pastorales misioneros -que siempre serán necesarios-, sino un cambio de mentalidad: asumir un estilo misionero, evangelizador, constante y permanente en el interior y vida misma de nuestras comunidades, más aún, renovar el ardor y la pasión por evangelizar: comunicar a todos el don que he recibido, la Vida Nueva en Jesucristo. Es el sentido de la misión permanente: eventos continuos y estilo de vida renovados.

Terminado este 1º Congreso otras instancias nos esperan
En primer lugar, me comprometo a redactar una Carta Pastoral para proponer a toda la Diócesis el proyecto misionero diocesano, en articulación con el itinerario de Pastoral Orgánica. Este será un camino concreto, que cada comunidad, en comunión y participación de todos sus miembros, intentará recorrer adecuándolo a su propia realidad.
En segundo lugar, en espíritu de comunión con toda la Iglesia argentina, subrayar las acciones destacadas que el Episcopado nos propone para esta misión permanente:
a) Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica y diocesana, en especial desde la Parroquia.
b) Priorizar una pastoral misionera desde la catequesis de iniciación.
c) Promover el compromiso misionero hacia una sociedad más justa y responsable. Pastoral Familiar y Doctrina Social de la Iglesia.
d) Expandir procesos misioneros permanentes.
Estas orientaciones deberán enmarcar toda nuestra propuesta misionera.

Ante esta tarea, podemos quizá sentir temor al esfuerzo grandioso que tenemos que realizar, y habrá, sin duda, muchos obstáculos; escuchamos la voz de Jesús: “¡No tengan miedo!”; Él nos ha llamado, Él nos envía, Él nos acompaña, Él nos da el Espíritu. Esto anima nuestra confianza; la obra es suya, nosotros cooperamos con nuestro trabajo. Con oídos de discípulos, escuchemos una y otra vez aquello que Él dijo a los apóstoles en el lago de Tiberíades: “Tiren la red a la derecha”. Ojalá como Pedro todos digamos siempre: “En tu nombre echaré las redes”. ¡Confianza, seguridad, Él está con nosotros!¡Iglesia de Nuestra Señora del Buen Viaje! Como María, nuestra Madre, no dudemos en decirle al Señor: “He aquí tu servidora, que se cumpla en mí tu Palabra”.María, Madre de la escucha y de la misión, ayúdanos a ser fieles a Jesús. Amén”.



Congreso Misionero Diocesano
Conclusiones finalesLos congresistas reunidos en torno de la Fiesta de Pentecostés, descubrimos juntos la invitación de Jesús a alentar la vocación misionera de la Diócesis, a través de estas acciones: ENCONTÁNDONOS, ABRIÉNDONOS, SALIENDO. Por eso queremos responder con éstas propuestas:
· ENCONTRÁNDONOS. Para ser discípulos misioneros en nuestra Diócesis necesitamos conocernos, vincularnos y formarnos juntos para la misión.
Además, celebrar encuentros festivos misioneros que nos animen en la fe y sean anuncio de Jesús vivo.
· ABRIÉNDONOS a los otros, asumiendo una actitud de apertura e inclusión.
Reconectándonos con la realidad juvenil, abriéndonos a su mundo; creando espacios apropiados para chicos; jóvenes, familias.
· SALIENDO al encuentro de los más alejados de distintas maneras: Misionando en el barrio; promoviendo la lectura orante en pequeñas comunidades de base; con retiros u otras instancias ofrecidas por los movimientos; saliendo a los jóvenes en los lugares que se convocan; utilizando los medios de comunicación y las nuevas tecnologías.
Qué propone el Congreso:
Instalar la misión permanente con un proyecto de misión diocesano que nos dé criterios comunes, que cada comunidad, movimiento y escuela pueda adaptar a su realidad con proyectos y estilos misioneros adecuados a niños, jóvenes, familias, pobres, débiles y sufrientes, propiciando la participación de todos, sumando conocimientos y voluntades.
Cómo:
En todas las propuestas concretas que se propusieron desde los grupos, aparecieron constantes que proponen una TRANSFORMACIÓN en nuestras comunidades para vivir en misión permanente.
El encuentro personal con Jesús es lo primero que nos transforma, nos capacita par la transformación que la comunidad necesita, para que nuestros criterios sean evangélicos y nuestros vínculos de familia (retiros, grupos de oración).
· Asumir la vida cotidiana como el ámbito propicio para nuestra pastoral, transforma nuestra comunidad de una pastoral paralela a la vida de la gente, a una comunidad de discípulos misioneros que la asume como camino de la misión permanente. (familia, trabajo, estudio, entidades barriales, políticas, escolares, fiestas, etc.)
· Vivir nuestras comunidades como familia, transforma la institucionalización y burocratización en realidades fraternas. Que vayan naciendo comunidades pequeñas, cercanas, personales.
· Vivir la complementariedad de las vocaciones (laicos, sacerdotes, consagrados, obispos) transforma lo monopolizado o capitalizado en una sola persona, en comunidades donde hay diálogo y riqueza de carismas y ministerios.
· Vivir la fiesta como espacio que transforma los vínculos que son formales y distantes, en vínculos fraternos, de familia. El deporte, la cultura, la música, son formas de vincularnos con la gente como interlocutores válidos y valiosos. Es un encuentro y ahí se realiza el acontecimiento evangelizador.
· Vivir la solidaridad, el contacto con los que sufren, transforma nuestra comunidad, porque salimos del individualismo e indiferencia y el que sufre se hace parte de la comunidad. Su vida nos enriquece y nos abre a Jesús.
· Vivir el encuentro y la comunicación con espacios y canales adecuados, transforma la Diócesis de comunidades que trabajan aisladamente, en una gran comunidad que suma sus esfuerzos.

Para convocar más agentes animadores de la misión jóvenes proponemos:
Generar espacios específicos de tiempo, acompañamiento, integración y comprensión.
Formación de animadores de jóvenes, promover la lectura orante.
La riqueza de la fuerza de la juventud y la experiencia de los adultos que orientan y acompañan



Congregación de los Sagrados CorazonesVocación misioneraSaludos desde Perú
El R. P. Hermann Wendling es un sacerdote de origen alemán, perteneciente a la Congregación de los Sagrados Corazones. En la Diócesis, fue párroco de Sagrada Familia de Morón Sur. Después de 20 años en Argentina, en el 2004 se trasladó a San Juan del Oro, Perú, para remplazar al P. Francisco. Desde el 14 de mayo de 2010, es el párroco de Santa Rosa de San Juan del Oro, y administrador parroquial de Yanahuaya y Putina Punco.Desde aquel lejano pueblito de la selva peruana, nos acerca sus mejores deseos para Pentecostés y el Bicentenario; y encomienda su Parroquia a nuestra oración, que este año cumple sus Bodas de Oro.

Delegación para la Comunicación Social de la Diócesis de Morón

OFICINA DE PRENSA DEL OBISPADO DE MORÓN
Sr. Fabián Parodi.
De lunes a viernes de 9 a 12 horas.
Buen Viaje 936 - Morón
Teléfono: 4629-3143
E-mail:
encuentrodiocesano2005@gmail.com / obmoronprensa@speedy.com.ar

Se autoriza la reproducción total o parcial de la información que ponemos al servicio de nuestros lectores, citando la fuente (Koinonia, newsletter de la Oficina de Prensa del Obispado de Morón).










Bicentenario de la Patria


Bicentenario de la PatriaAgradeciendo al Señor por los 200 años del nacimiento de la PatriaEl Te Deum
Conmemorando el Bicentenario de la Patria, este martes 25 de mayo, se llevarán a cabo en la Diócesis diversos actos litúrgicos en acción de gracias al Señor por el don de nuestra Argentina:En la Iglesia Catedral, el Sr. Obispo acompañado por autoridades municipales, presidirá el Te Deum que comenzará a las 16.00 hs.. La Parroquia Sagrado Corazón, cabecera del partido de Hurlingham, lo llevará a cabo a las 12.00 hs.; en la ciudad de Haedo, en la Parroquia Santiago Apóstol y San Carlos Borromeo, la celebración está prevista a las 11.00 hs., luego del tradicional festejo, que comenzará a las 9.00 hs.

A modo de aporte para que todos cantemos gozosamente el tradicional Himno de Acción de Gracias de la liturgia romana, continuamos compartiendo reflexiones del Obispo de San Rafael, Eduardo María Taussig, publicadas en el libro: “El Te Deum y otros aportes en camino al Bicentenario”:

El Te Deum nos pone a todos ante Dios para alabarlo e ilumina las conciencias para mejor servir a la Patria…Este antiguo himno hunde sus raíces en una añeja tradición de la Iglesia y ha servido en los momentos significativos de la historia argentina para unir la entera comunidad en actitudes ennoblecedoras y dignificantes. Más de 1600 años tiene este cántico. Mucho tiempo se creyó que fue compuesto por San Ambrosio de Milán para el bautismo de San Agustín. Estudios más precisos, del siglo XIX, lo atribuyen al Obispo San Nicetas de Remesiana, en Serbia, hacia fines del siglo IV o principios del V, aunque algunos autores lo remontan hasta el año 252 y lo atribuyen a San Cipriano de Cartago. Utilizado en las solemnidades litúrgicas y en innumerables acontecimientos civiles, fue compañero singular de la vida de la Iglesia y de los pueblos cristianos a lo largo de los siglos. En nuestra historia, fueron memorables -entre muchos- antes de los sucesos de Mayo de 1810, los entonados la tarde del 14 de agosto de 1806, dando gracias al Señor por la Reconquista de Buenos Aires, y el proclamado el 19 de julio de 1807 luego de la exitosa Defensa contra el invasor extranjero. La Junta de Mayo, que asumió la soberanía del pueblo ante la invasión napoleónica, ordenó el Te Deum, con la mayor solemnidad posible, como uno de sus primeros actos de gobierno, lo cual se concretó en la Catedral de Buenos Aires, en ceremonia presidida por el Obispo Lué y Riega, y fue predicado por el sacerdote Doctor Diego Estanislao Zavaleta, el 30 de mayo de 1810. Pocos días después, el cabildo de Luján dispuso hacer rezar, el 17 de junio, un Te Deum por la instalación "del primer gobierno patrio".Famosos fueron otros Te Deum conmemorativos del nacimiento de la Patria: el del Pbro. Dr. Victorio de Achega, en 1813, en la Catedral de Buenos Aires; el del Deán Funes, en la Catedral de Córdoba, el 25 de mayo de 1814; el de Fray Pantaleón García, en la misma Catedral al año siguiente; el del Pbro. Dr. Ignacio de Castro Barros, en Tucumán, el 25 de mayo de 1815. En mayo de 1816, en vísperas de la apertura de las sesiones del Congreso de Tucumán "el Pbro. Manuel Acevedo pronunció el Te Deum".Y para detenernos en algunos de los más significativos luego de la declaración de la Independencia, recordemos tan sólo tres: el que precede a las deliberaciones constituyentes convocadas por Urquiza, en Santa Fe, en 1852; el que pronunció el célebre orador de Constitución, Fray Mamerto Esquiú para estimular su jura, el 9 de julio de 1853 en Catamarca; y el que conmemoró el primer centenario de la Patria, el 25 de mayo de 1910 en la Iglesia Catedral de Buenos Aires.De este modo, este "cántico de alabanza y de acción de gracias que se eleva (...) a Aquel que, siendo eterno, nos acompaña en el tiempo sin abandonarnos nunca y que siempre vela por la humanidad con la fidelidad de su amor misericordioso", ha marcado los hitos fundamentales de nuestra historia como Nación y ha expresado el sentir común de los argentinos en momentos clave de nuestra vida política.Enraizados en esta fecunda tradición, tan rica en su policromía de lugares y de eventos significativos apenas esbozada, hoy, nos presentamos ante Dios para rezar una vez más como argentinos el solemne Te Deum. Compartimos así un momento profundamente religioso ante Dios, de todos los argentinos, en nombre de todos los argentinos y para beneficio de todos los argentinos.¿Qué expresa el Te Deum? ¿Por qué es tan significativo este himno? ¿Cuál es su valor?Expresa la actitud más noble y bella que el hombre puede tener ante Dios, que la criatura puede manifestar a su Creador, como se esclarece en su título más antiguo y sus primeras palabras: ¡Te Deum laudamus! ¡A Ti, oh Dios, te alabamos! Los hombres nos ponemos ante Dios en diversas ocasiones: a veces para pedirle o suplicarle, por ejemplo, cuando la enfermedad, el sufrimiento o la muerte nos amenazan; otras, para agradecerle, cuando hemos constatado su ayuda; o para pedirle perdón, cuando tenemos la valentía de reconocer nuestros errores o miserias; también, para ponerlo por testigo de nuestras buenas intenciones y propósitos, como el día en que un ciudadano asume una responsabilidad pública. Son siempre momentos significativos de nuestra existencia personal y social.Pero la alabanza supera en mucho estos momentos. Porque pone en ejercicio la actitud más plena y realizadora que puede vivenciar el hombre. Una vez, un niño -que podía llamarse Eduardo María, o Néstor, o Cristina, o Julio... o como cualquiera de nosotros-, en el catecismo, al recibir la respuesta a la pregunta fundamental ¿para qué hemos sido creados?, cuando su catequista le decía: "para conocer, amar y servir a Dios en esta vida, y para alabarlo eternamente en el Cielo", pensaba para sí: "¡Qué aburrido va a ser esto de alabar a Dios eternamente, sin hacer otra cosa, por tiempos infinitos!. Sólo cuando fue más grande, y tuvo la experiencia más consciente del amor, pudo madurar aquella respuesta y percibir su sencilla profundidad y su riqueza. En efecto, la experiencia del amor nos sirve para entender la alabanza. Sabemos bien que la felicidad plena no se obtiene por el dinero, el poder, la fama, el placer o cualquiera de sus sustitutos. La felicidad auténtica se da en el amor, cuando somos amados y cuando podemos amar, cuando nos realizamos en el amor y somos felices por el amor.Cuando un enamorado goza con la presencia de su amada, o la enamorada con la de su amado, cuando ya no necesitan agradecerse mutuamente sus regalos o los dones que intercambian, o sus cariños, sino que, en un salto cualitativo más excelso, brota del corazón el piropo genuino, el elogio o la palabra apropiada –... y los que aman encuentran las mejores expresiones-, y cuando el amado y la amada pueden decirse mutuamente: "me alegra que tú seas", cuando la alegría profunda del corazón se hace elogio simplemente por la existencia, la belleza o la bondad personal del otro tal como es... allí, entonces, empieza a gustarse lo que es la alabanza. Cuando el hombre descubre al "Dios que es amor" y puede alcanzar en su relación con Él la correspondencia en el amor, la alabanza brota cristalina y pura, como manantial o vertiente de alta montaña, en la sencillez del corazón limpio y humilde. Como en Jesús, tal como nos lo presenta el Evangelio.En este sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica nos dice que "la oración de alabanza, totalmente desinteresada, se dirige a Dios; canta para Él y le da gloria no sólo por lo que ha hecho sino porque Él es". Por eso también San Agustín, en inmortales palabras, expresó al comienzo de sus Confesiones: "... A pesar de todo, el hombre, pequeña parte de tu creación, quiere alabarte. Tú mismo lo incitas a ello, haciendo que encuentre sus delicias en tu alabanza, porque nos has hecho ¡oh Senor! para Ti y nuestro corazón está inquieto mientras no descansa en Ti".Una característica singular del Te Deum es que, como la oración que nos enseñó Jesús, el Padre Nuestro, nos lleva a orar a Dios en plural, no en singular. Expresa de este modo la pertenencia de cada uno a la familia de Dios, en la cual nuestra condición de hijos nos hermana a todos los hombres. Nos previene contra todo individualismo egoísta, encandilante y destructivo, y nos abre a una solidaridad corresponsable y enaltecedora. Y al unirnos a la multitud de los apóstoles, profetas y mártires, nos invita a tomar conciencia de nuestra pertenencia a una historia común, en la cual cada uno, según su lugar, contribuye al bien de los demás y, desde su presente, se ancla en la memoria del pasado para construir el futuro. A los argentinos nos viene muy bien esta perspectiva abarcadora e integradora, para mirar los dos siglos de historia común que nos orientan esperanzados a celebrar el próximo bicentenario. Además el Te Deum asocia a todos: laicos y religiosos, autoridades y pueblo, grandes y pequeños, ricos y pobres. Como una sinfonía que suma todas las notas de la escala. Como un coro que integra los diversos registros para lograr la más bella expresión. Esta unión armónica refleja, entre otras cosas, la legítima autonomía y la adecuada cooperación que la autoridad civil y la religiosa se deben mutuamente, para servir adecuada e integralmente a todo el hombre, a cada hombre y a todos los hombres. Más aún, al asociamos incluso a los mismos ángeles para aclamar a Dios con el adjetivo más propio y distintivo que a Él le cuadra, el triple "Santo", nos dignifica y nos lleva a alturas maravillosas, como la música que exalta nuestro espíritu y da vida y movimiento al ritmo del amor y la alabanza. *** Ahora bien, cuando el caminante eleva su mirada al cielo, o el montañista a la cumbre lejana, sus ojos no sólo se deleitan con las bellezas del horizonte, sino que sus pupilas se calibran más ajustadamente y pueden, por ello, conducir mejor sus pasos sobre el sendero que pisan metro a metro para alcanzar la meta. De modo similar, cuando el hombre se eleva en la alabanza a su Creador, su mirada se purifica y su conciencia se ennoblece, para mejor guiar las opciones de su libertad en la construcción de la historia cotidiana y llegar un día a la alabanza eterna del Cielo. La conciencia es ese sagrario inviolable de cada persona donde el eco de la voz de Dios se hace oír a cuantos quieren con rectitud usar una brújula fiel, que todo hombre posee como clave de su dignidad y de su libertad, para ser felices y navegar sin perder el rumbo en las tormentas y los avatares de la vida personal o social. Por eso, para quienes creen en Dios, la fe ilumina su conciencia, y para quienes no tienen este don, su conciencia recta les puede permitir, incluso, alcanzar a Dios. El Te Deum bien vivido lleva a un rico intercambio entre Dios y la conciencia. Puede, incluso, anticipar y preparar ese diálogo que la conciencia de cada uno tendrá con Él al final de la propia existencia, cuando, luego de la muerte, sea ella nuestro testigo ante su juicio justo y misericordioso. De algún modo, el movimiento profundo que inspira el Te Deum hace eco de las tablas de la ley que Moisés recibió en el Sinaí y que también se halla en la conciencia de todo hombre. En efecto, en la primera de ellas estaban inscriptos los primeros tres mandamientos: amar a Dios sobre todas las cosas, no tomar su santo nombre en vano, santificar las fiestas. En la segunda de ellas, los demás: no matar, no fornicar, no robar, no mentir, etc. Como gozne o bisagra, el mandamiento cuarto: "honrarás a tu padre y a tu madre". ¡Justamente, el que funda el amor a la patria, la tierra o herencia de los padres! ¿No nos estará indicando este orden que para servir bien a la Patria, como lo hicieron nuestros próceres de Mayo, es necesario guardar las dos tablas del decálogo? ¿No nos está diciendo que la fidelidad a Dios nos ayudará como hermanos, a erradicar plenamente el crimen, la deshonestidad, la falsía y otros males, en la tierra que hemos heredado? ¿No nos está mostrando que respetar la segunda tabla nos permitirá mirar a Dios con serena confianza al terminar cada día y al llegar al atardecer de la vida, ante su veredicto final? No tengo duda de que ponernos con rectitud de conciencia ante Dios nos ayudará a construir la Patria. No tengo duda de que construir la Patria con responsabilidad nos prepara del mejor modo a cada uno para el encuentro definitivo con Dios. En ambas direcciones nos ayudará, a todos los argentinos, rezar bien el Te Deum.


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