
Mónica Livier Alcalá Gómez
Muchas eran las personas que seguían a Francisco, aquel pobrecillo que caminaba por las calles de Asís pidiendo limosna y vestido con harapos. Su sencillez y su profundo sentido evangélico de una pobreza ejemplar, hicieron que tanto hombres como mujeres se sintieran llamados a vivir de esta manera los preceptos cristianos.Conforme se fue multiplicando la cantidad de estas personas, se vio la necesidad de congregarlas y regularlas, creándose así las Órdenes Religiosas, tanto de hombres consagrados (los Frailes Menores), como de mujeres, encabezadas por Santa Clara.Sin embargo, no todos ingresarían a la vida monacal, pues hubo grupos de seguidores de San Francisco, compuestos por seglares, casados o solteros, que aunque no sentían la vocación religiosa, sí querían vivir, fuera del claustro, virtudes franciscanas. Estos grupos de laicos crecieron de tal forma, que el Poverello se vio en la necesidad de crear una orden más: La Tercera Orden Franciscana, también llamada Orden Franciscana de la Penitencia.
En el testamento franciscano
A sus frailes adeptos, San Francisco dejó una regla de vida, basada en el Evangelio. Pero igualmente a los “Terciarios”, como son conocidos también los seglares, les dejó tres documentos: La Primera Carta a los Fieles Penitentes (1215); la Segunda Carta a los Fieles Penitentes (1221); y el Memoriale Propositi (Memorial de Propósitos), en ese mismo año.En 1289, el primer Papa franciscano, Nicolás IV, quiso dar rostro definitivo a la Tercera Orden volviendo a proponer la antigua Regla (el Memoriale Propositi) y aprobando definitivamente el Movimiento Franciscano de la Penitencia. Son entonces los penitentes que viven en sus casas, solteros o casados, los que constituirán esta Orden, a la cual, a partir de 1978, se le conoce universalmente como Orden Franciscana Seglar (OFS).Cuando todavía vivía San Francisco, dentro de esta Orden surgieron grupos que, queriendo vivir la regla franciscana seglar, se sintieron impulsados a organizarse por comunidades de vida, sin tomar los votos religiosos; estos grupos fueron llamados “Tercera Orden Regular” (TOR).Pero ya desde entonces, y tal como lo siguen haciendo hasta la fecha, estas organizaciones se dedican a brindar servicios pastorales, como el apostolado parroquial, la enseñanza, la predicación e incluso prestando servicio misionero.
OFS en Guadalajara
En nuestro país, las OFS tienen una presencia histórica desde el arribo de los evangelizadores franciscanos, alrededor del año 1521. Y en nuestra ciudad se habla de que, desde finales del siglo XVII, ya existían fraternidades de Franciscanos Seglares.“Su estructura es a base de regiones. En Jalisco existen: La Región de los Santos Francisco y Santiago, cuya sede es Guadalajara, y la de la Santísima Virgen de Zapopan y Santos Mártires Mexicanos, cuya sede es Zapopan”, refiere el Padre Gustavo Jesús Castillo Infante, OFM, Asistente Espiritual de la Región de Zapopan.La organización de cada región la lleva a cabo un Consejo de Animación, el cual es encabezado por un Ministro y un Viceministro. “También está el Coordinador de la formación, el Secretario, un Ecónomo, Promotor Vocacional y dos Consejeros. Ellos se encargan de coordinar las actividades de las fraternidades que existan dentro de cada región, las cuales van desde el apostolado hasta acciones sociales muy concretas”.
Desafío de la Tercera Orden
“La perseverancia en la formación constante en el carisma franciscano, el crecimiento y renovación de las fraternidades son los retos principales de esta Orden Franciscana; hace falta más juventud en las fraternidades, mayor compromiso y sentido de pertenencia de parte de algunos”, relata Fray Gustavo.“Ahora que estamos preparando la celebración de los 800 años de la Orden Franciscana, yo invitaría a todos los hermanos a seguir renovándose, a vivir intensamente su vida franciscana; descubrir nuestras raíces, quiénes somos y ser agradecidos por haber sido llamados a esa vocación, viviéndola auténticamente”.
San Francisco, aquél pobrecillo de Asís al que Dios llamó para que “reedificara su Iglesia”, no sólo motivó con su ejemplo a innumerables hombres y mujeres que han seguido el mismo camino por él trazado; también inspiró a numerosos artistas que, a lo largo del tiempo, han plasmado en diferentes pinturas y esculturas la figura de este seráfico fraile.Por este motivo, y a raíz del aniversario número 800 de la Fundación de la Orden de Frailes Menores, la Comisión de Arte Sacro de la Arquidiócesis de Guadalajara y Arte Milenio A.C., organizaron un curso, del 27 al 31 de julio, invitando nada menos que al Sacerdote Jesuita Heinrich W. Pfeiffer, especialista en Historia del Arte y Profesor de Historia del Arte Cristiano en la Facultad de Historia y de los Bienes Culturales de la Iglesia, en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
Importancia de la Cruz de San Damián
El Padre Pfeiffer, quien el año pasado impartió una cátedra sobre la Capilla Sixtina y presentó un libro sobre el mismo tema, comenzó su exposición asegurando que, para entender a San Francisco, aun en el arte, “se debe uno llenar de pobreza”; a partir de esa premisa, expuso el ámbito histórico del franciscanismo, comenzando desde el Francisco “rey de la juventud de Asís”, hasta su conversión, que marcó para siempre la Historia de la Iglesia.Dentro de este contexto, se detuvo a explicar hondamente la obra de arte que inspiró al “poverello” a la reconstrucción de una antigua ermita, que posteriormente se convertiría en ícono del franciscanismo: La Cruz de San Damián.Por ser un tópico importante, y por ser una obra de arte base de esta Orden seráfica, consideró importante hacer algunos señalamientos:• La Cruz es de estilo oriental.• Está inspirada en la Sábana Santa de Turín.• El cuerpo del Cristo es atlético, mientras que los brazos son más bien femeninos. Esto, una vez más, indica que el autor anónimo de esta pintura tomó la Sábana Santa de Turín como base.• Probablemente existió una réplica de esta obra en Constantinopla.
El arte lleva a Dios
Así lo afirmó el sacerdote alemán, quien hizo hincapié no sólo en la gran influencia que el Cristo de San Damián tuvo sobre San Francisco, sino cómo lo han hecho otras muchas diversas Obras de Arte a lo largo del tiempo en la vida cristiana.Durante el curso, el Padre Pfeiffer fue analizando autores, colores, formas, estilos de las diversas representaciones del Santo de Asís o de su Orden, recordando sus propias experiencias con dichas obras a lo largo y ancho del mundo. Mención especial hizo de la primera pintura franciscana de México, que se encuentra en Tecalli, Puebla.Uno de los momentos más emotivos, de hecho, fue cuando el Sacerdote Jesuita rememoró su profunda experiencia ante la que considera una obra de arte, que no tiene, sin embargo, autor humano: La Sábana Santa de Turín. Conmovido recordó, el año de 1978 cuando pudo contemplarla de cerca; fue a partir de allí que sus investigaciones dieron lugar a la atribución de la señalada influencia sobre el Cristo de San Damián: “Fuera de la Basílica de Turín, en Italia, donde se venera la Sábana Santa, había mucho alboroto; sin embargo, al estar dentro reinaba un silencio absoluto, era un silencio santo; ahí estaba la figura de Cristo sufriente”.